Por todos lados escuchamos decir que México necesita un verdadero Estado de Derecho. No sobra anotar aquí una referencia que describe en qué consiste tal situación. Una descripción sencilla la estableció un liberal, Friedrich Hayek, hace ya tiempo:
Significa que el Estado está sometido en todas sus acciones a normas fijas y conocidas de antemano; normas que permitan a cada uno prever con suficiente certidumbre cómo usará la autoridad en cada circunstancia sus poderes coercitivos y disponer los propios asuntos individuales sobre la base de este conocimiento.
Se entiende y se dice fácil. A esto se asocia un problema complejo pero insoslayable: cumplir y hacer cumplir esas normas, las leyes, para decirlo en una palabra. Y aquí es donde la voluntad y las piernas comienzan a flaquear. Es frecuente que para prever y combatir las flaquezas que originan la corrupción, algunos países se inundan de leyes, aunque es bien sabido que mientras más reglas haya, más corrupción existe, porque de nada sirven cuando no se aplican, o se buscan rodeos por los beneficios que reportan, por las ganancias que se obtienen al aprovechar sus vacíos.
Hubo una época en que se llamaba burguesía burocrática a los miembros de ese grupo que se enriquecían al amparo del poder por las facilidades que tenían de hacer favores o apropiarse de oportunidades, o por el uso del Tesoro Público. Llámense como se llamen esas prácticas y vicios ligados a los poderes públicos, son ya insoportables en todas sus manifestaciones. Por algo aconsejaba Luis XIV, rey de Francia:
De todas las funciones soberanas, aquella de la cual un príncipe debe ser más celoso es el manejo de las finanzas. Es la más delicada de todas, porque es la más capaz de seducir al que la ejerce y la que muestra más facilidades de corrupción (Memorias sobre el arte de gobernar).
Y justamente por el abuso en estos manejos hemos demandado ante la Procuraduría General de la República al gobernador César Duarte Jáquez.
No cabe duda de que los viejos consejos no son escuchados por nuestros gobernantes.
Seducido por la codicia de las cosas ajenas como lo dice un mandamiento. Sin darse cuenta su persona física se ha convertido en una marioneta, un muñeco que juega a gobernar, un robot controlado por muchas cosas materiales. Esas entes abariciosas internas luchan por acaparar, por la supremacía, se combaten entre si. Cuando una de ellas logra controlar el cerebro, el corazón y el sexo, totalmente, entonces se siente siendo la única. Y Cesar Duarte Jaquez pierde pues todo sentido de responsabilidad moral para con los ciudadanos. Despachandose con la cuchara grande sus mismas ambiciones lo descalifican. Hacer valer el estado de derecho es lo justo ante un mal distribuidor de las finanzas del Estado de Chihuahua.