El cacique Duarte entregó su informe a la institución de fachada llamada Congreso del Estado. Con ese propósito cerró calles, suspendió parcialmente el servicio del transporte colectivo, puso vallas en no pocas calles del centro de la ciudad, se montó un cordón policiaco y militar –guaruras incluidos–; hasta los diputados entreguistas fueron revisados y se instaló un arco detector de metales frente al Congreso donde la Plaza de Armas se selló herméticamente, al igual que lo ha hecho en todos sus informes o en sus desplazamientos personales. Existe un potencial estado de sitio: la primera garantía que cae por los suelos es la libertad de tránsito. Duarte le tiene miedo a la sociedad. Véalo usted en esta galería:

 

Uno pudiera pensar que la gran manta que Duarte y Garfio colocaron en el palacio de justicia de Chihuahua es para garantizarle una buena sombra a Miguel Salcido Romero, el presidente impuesto del poder Judicial en el estado. Si este poder es escenográfico, justo es en la visión duartista que sirva para ese propósito. La tramoya está dispuesta. Nunca antes se había humillado tanto al poder Judicial, pero si lo permiten los magistrados, qué más da, todo sea por la adulación. Ve usted estas fotos que no mienten: