La muy minada fracción parlamentaria del PRI en el Congreso del Estado se distingue por presentar iniciativas de relumbrón, aparentemente importantes y atentas de necesidades humanas, pero que se refieren a insustanciales modificaciones, en este caso a la legislación penal.
No juegan el rol de representantes, mucho menos de críticos y se dedican a vegetar en la alianza con el partido mayoritario en la entidad, el PAN. Se distinguen en esta simulación Omar Bazán y Georgina Zapata.
El primero de los mencionados también ocupa una columna periodística con esos temas que se clasifican en el cajón de las propuestas buenaonda con las que quiere lucir diferente, pero que sólo contribuyen a soslayar el cumplimiento de sus obligaciones legislativas.
Georgina Zapata, por su parte, hace unos días presentó una iniciativa a fin de que se penalice a aquellos que abandonan a una persona que se encuentre en fase de enfermedad terminal. ¿Quién se puede oponer a esto? Nadie. Sólo que el delito ya está tipificado debidamente en las leyes. En otras palabras, legislativamente existe, y lo que faltaría es que se denuncie y se castigue conforme a derecho, cuando realmente se presenta esa detestable conducta.
Pero qué caso tiene presentar iniciativas para lucir afuera del recinto parlamentario, cuando la ley ya es clara y precisa.
Es un típico comportamiento de simulación legislativa para que a la hora del balance aparezca un número abundante de iniciativas presentadas, junto con puntos de acuerdo, que a lo sumo se pueden considerar una estadística que resulta en cuentas alegres, pero nada sustancial.
Quizá a Georgina Zapata, más que todo lo que le preocupa es la fase terminal en la que se encuentra su diputación, su partido y la vida del charrismo sindical que representa su señor padre, el sempiterno cetemista, Jorge Doroteo Zapata.