Sin sorpresa alguna y con gran indiferencia de los medios, finalmente Myriam Hernández Acosta fue reelecta presidenta del Tribunal Superior de Justicia, máximo órgano del Poder Judicial del Estado de Chihuahua.
En realidad se trata de un designación cocinada en el Palacio de Gobierno, que tiene en ese órgano una especie de intendencia judicial. Suena exagerada la frase, pero tiene miga, y se sabe que así es.
No extraña que Myriam Hernández haya sido propuesta para el cargo por el rastrero José Alfredo Fierro Beltrán, uno de los magistrados que llegó al cargo sin experiencia previa alguna, por obra y gracia de una orden de César Duarte, que se sabe, a su tiempo protegió también a la ahora presidenta reelecta.
Los integrantes Tribunal Superior de Justicia son disciplinados y obedientes. Se orientan por los vientos que haga correr la gobernadora y así emiten sus votos en las decisiones importantes, como la que llevó a Hernández Acosta a permanecer en la presidencia del TSJ.
Hubo un par de magistrados que observaron con recelo esta reelección. En primer lugar, Norma Angélica Godínez, quien seguramente con su voto en contra, lo único que quiso decir fue que refrenda su lealtad a Javier Corral Jurado, al que le debe el cargo. Por lo que hace a Luis Villegas Montes, vale conjeturar que se sintió a disgusto porque probablemente Maru Campos no le cumplió un ofrecimiento del que sotto voce mucho se comentó.
Se cumplieron una vez más las normas de un ceremonial en el que la abyección está presente, que ha predominado a lo largo de los últimos doscientos años de existencia del estado de Chihuahua, como parte de una federación que no ha tenido tiempo suficiente para levantar un Poder Judicial garante del Estado de derecho, que mucho se necesita aquí en Chihuahua.
Por otra parte, los abogados duermen.