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Heroico

La Sala 10 del cine fue sólo para mí. Quizás así leían los censores del nazismo o el estalinismo las producciones cinematográficas de que se valían para preconizar el engaño. Obvio que no llevaban palomitas, sino tijeras.

Como espectador solitario vi la película “Heroico”, del joven director mexicano, David Zonana (1989), que se exhibe en más de quinientas salas desperdigadas por todo el país. Es, a mi juicio, un filme bien logrado que han de ver todos, a esta hora del creciente militarismo de factura lopezobradorista.

Ha de tener grandes auditorios, porque muestra sin excesos de patetismo una realidad cuidadosamente presentada, para no caer en el panfleto, y creo que lo logró sobradamente.

La técnica se muestra sobria al servicio de esta narrativa, produce emociones profundas, sin duda; lo hace valiéndose de un discurso cinematográfico sustentado en la coherencia necesaria para lograr su fin. No escribo de esa coherencia cuestionada por el viejo Emerson, tan ajeno a estos temas, que por cierto se convierte en “el duende que hay en las mentes pequeñas”. Nada de eso hay en “Heroico”, obra sin duda de una mente grande por lo que muestra, con sustantivos y ajenos a la fácil adjetivación.

En “Heroico” los hechos que están detrás nos gritan, desgarrando toda ilusión, bastarda y obsequiosa con los entrenamientos militares existentes en nuestro país, que corre impune contra toda dignidad humana, que pretendidamente se funda en el argumento nulo de una jerarquía brutal, impuesto con recursos pablovianos.

Fragmento del cartel promocional de “Heroico”.

En la película corren como vidas paralelas dos actores con sus máscaras bien puestas, que realizan sus papeles de manera estupenda: Santiago Sandoval, en el rol de “Luis”, el recién ingresado al Colegio Militar, que busca un nuevo horizonte para labrar una condición económica más promisoria y brindar atención médica para su madre diabética, de origen étnico prehispánico. Hablan en náhuatl.

“Luis” es la víctima del salvajismo y la barbarie, que ejecuta “Eugenio Sierra, el otro personaje, interpretado por el actor Fernando Cuautle; es el verdugo que lee la cartilla, golpea, obliga a la delincuencia y ejecuta con crueldad las órdenes más despiadadas contra los recién ingresados al Colegio Militar y a los que apodan “potros”, en recuerdo de los frágiles equinos recién nacidos, débiles y enclenques para iniciar una carrera que, según les ofrecen, los puede llevar a la cima del poder castrense, entendido ahora con toda la magnificencia económica y financiera que les ha otorgado López Obrador, que prometiera falazmente recluir a los soldados en sus cuarteles.

Sobra decir que la película no es de ficción. Conforme al cliché, se presenta “inspirada en hechos reales”. Claro que sí. En esta obra está un México tan real como el volcán Popocatépetl, pero tan oculto que no lo vemos, como si estuviera en la “región más transparente del aire”, y es de reconocerse que “Heroico” lo haga.

Felicito a Zonana por la inteligencia mostrada en su película, en primerísimo lugar, y desde luego a su valentía, a la de sus actores, hombres y mujeres, por develarnos algo tan grave que no habíamos podido ver así. Y ahora está ante nuestros ojos.

En un país como el nuestro, que está socavado por la violencia, la que se dice “legítima”, y la otra, “Heroico” nos narra cómo se forman desde la base los mandos que luego integrarán las encumbradas élites de nuestras fuerzas armadas, en este caso, quien tiene la fuerza mayor: el Ejército.

Un tema tradicionalmente hermético, hoy lo podemos ver hasta en sus entrañas. Detrás de la película hay testimonios veraces y dramáticos de personas que contribuyeron al guión y que ya en este momento sufren amenazas, odios que pueden llegar a la muerte y venganzas de toda índole; también admoniciones de que pueden ser “levantados”. El rostro del crimen se erige contra la cinta cinematográfica, pero sobre todo contra sus autores y partícipes.

El Colegio Militar, es recreado en instalaciones de aspecto espartano, de sólidas piedras volcánicas que recuerdan a los dioses de la guerra y los sacrificios prehispánicos, y de los viejos militares españoles, herederos de la brutalidad de los ejércitos romanos. Es la misma historia, pero mucho tiempo después, en nuestro tiempo, en este nuestro presente, pero adosada a un ejército que se venera desde el poder, presumiendo su origen popular, pero que es tan brutal hoy como bárbaro y criminal puede ser mañana.

“Luis”, el principal personaje, sufre de todo al cruzar el umbral del Colegio Militar e intenta rebelarse, y se rebela, sólo para terminar realizando las mismas conductas de que fue víctima. Lo tablearon y también tableó. Lo desnudaron, y también desnudó.

Parafraseando a Hanna Arendt, las soluciones militaristas en México pueden sobrevivir. Lo estamos viendo, aunque las salas de cine, como me sucedió a mí, están tan vacías que parecen esas calles que mi abuela describía como auténticas bocas de lobo.

No puedo menos que invitar a todos a que vean “Heroico”.