Janos, tierra sin ley
El Ejército abatió al jefe de la policía municipal de Janos, Higinio Solís González. Aunque en apariencia es una estadística más de la violencia reinante, en realidad tiene significación porque habla de la colusión de delincuencia y función pública, y para ser más grave, función pública ligada a la propia seguridad, por el carácter de jefe policiaco de Solís González.
Es muy probable que su calidad de presunto delincuente lo haya colocado en la mira de las autoridades estatales, y es de extrañar que no se haya realizado un dispositivo de inteligencia para aprehenderlo, sin darle oportunidad de la respuesta que supuestamente dio a las fuerzas armadas cuando pretendían capturarlo, con una orden de aprehensión en la que no tiene porqué intervenir el Ejército, que constitucionalmente tiene otras funciones.
La preocupación de esta columna en relación a este suceso, es que con el abatimiento del presunto delincuente muere también una fuente de información que hubiese servido para armar el rompecabezas de la operación de la delincuencia en esa región del noroeste del estado.
Se trata de un municipio pequeño cuya mayor importancia económica es su vecindad con Estados Unidos y su estratégica ubicación como paso hacia el estado de Sonora. Es el entronque de caminos, y por tanto una ruta para el trasiego de la droga y la operación de otras actividades ilícitas, como el robo de vehículos, por ejemplo.
En otras palabras, cuando sucede esto, está plenamente demostrado que los muertos, al no hablar, privan a la investigación científica de una fuente privilegiada de conocimiento. Así ha sucedido en otros casos. El más famoso ha sido el de “El Chueco”, homicida de dos sacerdotes jesuitas, un guía de turistas y un joven beisbolista en Cerocahui.
Todo parece indicar, que toda la sierra es una tierra sin ley.