Columna

Que Maru no le saque

No se necesita ser anarquista, adverso a toda normatividad, para poner de muestra que la ausencia de la gobernadora Maru Campos no paralizó el ejercicio del poder, el funcionamiento de la administración y el despliegue de la política, por gris que hoy sea. En otras palabras: con ella o sin ella.

El mundo sigue su marcha, las hernias no lo detienen. Pero hay detalles en concreto para el tema que escapan del lecho de la convalecencia. En primer lugar, la intervención quirúrgica, programable a saber, la hizo aprovechando el timing político en un momento muy adverso para el gobierno en tres aspectos: la enorme caída en la aceptación de Maru, medida en diversas encuestas; la grisura y agrietamiento de su administración, que es de promesas y más promesas en lo primero, y la pugnacidad y fuego amigo que se ha presentado, en lo segundo; su vinculación, que ya la manchó indeleblemente, a la corrupción duartista, y que no logrará quitarse de por vida ni con lejía concentrada; y que en Ciudad Juárez no convence la Torre Centinela, cuya construcción fue asignada a los amigos, de la empresa Seguritech, percudidos también de ineficiencia y corrupción.

Contra eso, la temporal salida de escena no le ha logrado beneficios a la gobernadora; y la piedad, a la que recurre con frecuencia, virtud por cierto siempre bajo sospecha, no le abonó simpatías. Al contrario, la pintó ante la sociedad como cobarde para los tiempos de crisis, manchando su hoja de servicios en la búsqueda de la candidatura presidencial.

Por encima de todo esto hay una lección: no se necesita Ejecutivo, dirán los anarquistas, y aquí está la prueba. Por mi parte afirmo que sí, pero a condición de que actúe con responsabilidad, que no le saque y no se esconda.