Mario Vázquez: ¡Ay, pena; penita, pena!
El pastor de los diputados del PAN en el Congreso local, y operador principal del maruquismo en esa dependiente institución, no da una, como se dice coloquialmente.
En el caso de la promoción a la diputada Adriana Terrazas Porras rumbo de la presidencia de la mesa directiva del Congreso, Vázquez se mostró diestro para el fraude a la ley; y en otro terreno, con gran obsequiosidad, para autorizar donaciones inmobiliarias en favor de empresarios y en pago de Maru Campos por favores de campaña.
Vázquez es, pues, un manirroto… pero del patrimonio público. Le ha dado por hacerle al Venustiano Carranza, promoviendo una reforma constitucional que a nadie entusiasma, porque una vez que se termine nos vamos a quedar en el justo sitio donde hoy nos encontramos.
Pero su mediocridad ha seguido la ruta de los malos diputados locales, impulsando iniciativas para reformar el Código Penal, aumentando las penas con una doble intención: la primera, aparentar trabajo de fondo; y la segunda, aprovechar demagógicamente la circunstancia para mostrarse atento a lo que mueve a la gente, pero sin conseguir nada para ella.
En el caso concreto del escándalo ARAS y otros, los convierte en el fundamento para incrementar penas; es decir, recurrir a la represión, postulando más años de castigo tras las rejas.
Se trata de reformas facilonas que no dejan nada de fondo. En primer lugar, porque es de ingenuos –así lo demuestran las ciencias penales– pensar que a penas más altas, menos los delitos. Eso no sucede en ninguna parte.
Hay que entender un aspecto central: la reforma insinuada por Vázquez, propietario del cencerro azul, no se podrá aplicar retroactivamente; o sea que a los de ARAS no les tocaría, cosa que quizás no sabe el ingeniero diputado.
Lo expresado no plantea nada que antes no se haya visto y dicho. Únicamente es un recuerdo de la canción cantada por Lola Flores: “Ay, pena; penita, pena!”