El PRI se encuentra en una cruzada nacional de reclutamiento. Es quizás una de las tareas más difíciles de su historia. En primer lugar porque buena parte de su militancia, y no se diga de sus liderazgos, migraron a MORENA, como tuvimos oportunidad de verificarlo en los recientes resultados electorales que se produjeron en varios estados de la república, con un ejemplo notable en Hidalgo, donde prácticamente se puede hablar de una restauración morenista del viejo PRI, que estaba a punto de cumplir cien años en el poder de esa empobrecida entidad.

En realidad merece pocos comentarios la tarea a la que me refiero, pero tiene un matiz aquí en Chihuahua, porque el representante priista que organiza esa labor, dio a entender que acá hay una buena reserva para acrecentar el padrón electoral. Esa valoración, para ser justa, habría que explicarla, en principio, con una hipótesis: la sumatoria con doble militancia de gente como la gobernadora, quien inauguró, contra toda visión de origen del PAN, la conquista electoral del poder, aliado de su enemigo histórico primordial.

Puede que por ahí engorde el padrón. No lo pienso con relación a políticos del corte de Fernando Baeza Meléndez que, lo que son las cosas, siempre ha tenido corazón azul, a grado tal que se le ha conocido como «Fernando El Católico”.

Nunca ha sido recomendable confiar en los traidores, y el PRI está plagado de traidores que migraron, cuando su barco se hundía, a la incipiente hegemonía panista, en lo local, y a la morenista, en lo nacional.