Una empresa que en realidad se dedica a los bienes raíces pero que se hace pasar como benefactora de una cultura que evidentemente no comprende, ha contratado los servicios de un artista colombiano para desarrollar obras monumentales que prácticamente rayan en lo kitsch, a reserva de la opinión que puedan tener nuestros mejores creadores chihuahuenses.
El escultor colombiano Dick Rivas es contratado por el Grupo Befued, dedicado más bien a la venta de lotes y terrenos, agregarles lo que ellos suelen entender como “plusvalía”, y usar el garlito de que congenian con el entorno natural y social.
Basta ver la obra que se develó hace hace unos días en la comunidad de Creel, denominada “Guardián Rarámuri”, un mazacote de concreto que pesa 35 toneladas, y mide 13 metros de altura, contando su base. Esta “escultura” pedida a modo por Grupo Befued, nos lleva al recuerdo de aquella otra escultura, casi monumental, de una supuesta rarámuri, también pedida a modo por el entonces corrupto gobernador César Duarte en el centro de la ciudad, y que desató todas las críticas posibles, no sólo por su capricho político, sino por lo malhecha de esa mole de bronce o de latón. Hubo artistas que demostraron que podían erigir algo más digno para representar a nuestras etnias, pero nunca, como ahora, han sido tomados en cuenta.
Fue también durante ese sexenio que se mandó construir otra monumental pieza para recordar a Francisco Villa en Parral, otro bulto inexpresivo que significó, igual que la otra, una intención de hacer figuras monumentales, al tamaño del ego de los gobernantes, en este caso el de Duarte.
Al nuevo mastodonte que se inauguró en Creel (debe verlo) y que se tardó, con ayuda, 25 días para terminarlo, el creador colombiano Dick Rivas le quiere adosar algo de misticismo para justificar, obviamente, el servicio ofrecido a la empresa que lo contrató. Sobre esa corpulenta masa de hormigón, Rivas usa palabras con calzador al referir que el “Guardián Rarámuri”, que además contiene una sonaja y un bastón, “simboliza al gran padre que ha venido a iluminar a sus hijos”, que “por debajo tiene una abertura de un lado a otro que es como un portal que te lleva a trascender, a dejar el pasado atrás y renacer como hijo del sol con una nueva visión”.
Y hasta El Diario de Chihuahua –no podía ser de otra manera– le dio vuelo a la nota y a su creador, calificando la escultura como “ícono ya de la sierra de Chihuahua”. Obviamente también le da vuelo a su financiador, el Grupo Befued, cuya página web está prácticamente vacía, pero que en sus redes sociales se puede saber, claramente, que se dedica al fraccionamiento y venta de lotes, tanto en Creel como en Samalayuca. Habría que saber quiénes conforman esa empresa y qué conexiones tienen con el actual gobierno para haber procedido tan desproporcionadamente, no sólo en términos estéticos, sino en objetivos.
El afán desmedido por lo monumentalmente chabacano de la estatuaria de los últimos años, y el depositar en empresas que quieren engañar con fingidas preocupaciones culturales el quehacer artístico en Chihuahua, vuelve a dar al traste con los intereses genuinos de una comunidad cultural ayuna en este sexenio que corre.