Columna

Javier Corral: a falta de premio Nobel, el elogio de López Obrador

Uno lo “consagra”, el otro se la cree. Los actores: en papel de gran sacerdote, López Obrador; de piadoso y obediente, Javier Corral. El escenario es un rito litúrgico de una clase política que ya no da para más, se agota en el vacío ceremonial. Hasta parecen barrocos de la era colonial; pero ese es otro tema cargado –diría Octavio Paz– con las trampas de la fe. 

No se trata de paradojas, porque en esencia no lo son. Cuando aquí en Chihuahua luchábamos contra el nacimiento de la corrupción desmesurada en la etapa de Patricio Martínez (el único caso de enriquecimiento con venta de libros en el país) vino a este estado López Obrador y descalificó los esfuerzos que se hacían contra el autoritario contador público venido a político. 

Después, cuando la sangre estaba por derramarse y llegar al río y se hacía frente a la corrupción de César Horacio Duarte Jáquez, de nuevo el tabasqueño llegó a Chihuahua para descalificar la lucha y, palabras más palabras menos, dijo que Corral era prácticamente igual que Duarte. 

El fin de semana en Juárez se desdijo de todo esto y elevó a los altares de la Cuatroté a Javier Corral, que cuando escuchaba al presidente su rostro se transfiguró casi para llegar al éxtasis. No hay duda que ambos son buenos actores del género chico. 

Pero, esto último, es simple espuma de la política. La realidad es que se cumple aquella frase de Porfirio Muñoz Ledo cuando definió a López Obrador como un “costal de mañas”. 

Los elogios a Javier Corral están envenenados, son producto de la derrota de MORENA en las pasadas elecciones, de la reciente consulta (apenas 3%), del inequívoco preludio del retorno de Juan Carlos Loera como super delegado, y un esfuerzo más en esa rutina mañanera de crear polarización sin fin. El cumplido es intriga y soberbia, además porque López Obrador cree que sólo existe la honradez cuando él la consagra y un ingenuo se la cree poniendo cara, casi casi, de un converso en ciernes.

Y ahora que ya Corral pasó al museo de los vivos rehabilitados, a los morenistas no les queda más que comprar incienso para sahumar a Javier Corral. Y vaya si le gustan los humazos.