Es polvo de aquellos lodos panistas. El 25 de abril de 1996, como presidente del extinto PRD, dirigí una carta a El Heraldo de Chihuahua con motivo de la corrupción en la que cayó Joaquín Mesta Soulé, pariente cercano del que ahora ostenta la Secretaría General de Gobierno por la vacante que dejó César Jáuregui Robles. Espigo entre los párrafos, para recapitular las características que se dan en una familia con mucho linaje, dada la empleomanía corrupta. Va:

“El PRD en su V Pleno del Consejo Estatal acordó dirigirse al gobernador (Francisco Barrio) y al procurador general de justicia del estado en demanda de un proceso penal, con estricto apego a la ley, en contra del funcionario caído en desgracia (Joaquín Mesta Soulé). En reiteradas ocasiones he comentado que Francisco Barrio violó el derecho al no contestar en el plazo de 15 días constitucionales el pedimento en cuestión. He subrayado ya la necesidad de que el asunto se resuelva en el ámbito de la legalidad vigente en nuestra entidad. En otras palabras, el PRD jamás ha pretendido que al señor Mesta Soulé se le condene sin la formación del proceso correspondiente, pues tal cosa sí sería, en estricto rigor, someter a la injusticia del linchamiento al militante panista, por lo que considero que las afirmaciones en tal sentido, vertidas por parientes y abogado defensor, carecen totalmente de fundamento.

Hay dos formas, mínimamente, de abordar el problema. La primera tiene que ver con la aplicación de las leyes en el caso concreto. Se trata de la vieja y válida exigencia de que las instituciones jurídicas y republicanas funcionen. Aquí se mezcla desde la aplicación del derecho, que pudiera derivar en la absolución o en la condena de Mesta Soulé, hasta la circunstancia misma de que la conducta cuestionada en el mal funcionario no caiga en el ámbito del derecho penal y sí en el de las responsabilidades civiles o administrativas. Lo que está fuera de duda es la necesidad de que esas instituciones operen realmente. 

La otra forma, efectivamente, tiene que ver con la política, y aquí observamos que el quejumbroso Mesta Soulé quiere que se le trate con la delicadeza de un pétalo de rosa. Cuando asumió la función pública, quizá por falta de oficio político, no se hizo cargo que la crítica es áspera y que cuando es certera contiene verdades que duelen.

Desde la lejanía con la que veo el asunto (no tengo acceso al expediente respectivo) para mí hay una presunción muy importante que lo hace objeto, sin excusa, de la crítica a la que me refiero: la separación del cargo por orden de sus superiores. Lo que de suyo habla de que aun en el evento de que no sea un delincuente, cosa que está en manos de las autoridades, sí traicionó la confianza de quien lo llevó a desempeñarse como funcionario, seguramente porque se condujo de manera ajena a la ética que profesa la actual administración.

El señor Mesta no sabe lo que es un linchamiento, confunde esa brutal forma de hacerse justicia con la simple exigencia de que se le someta a una investigación previa y a una posible consignación ante las autoridades judiciales para que resuelvan lo que corresponda. Un consejo le doy –si me lo permite–: usted, Mesta Soulé, desea que el caso se archive y si considera que está siendo objeto de un despiadado linchamiento le conviene un juicio seguido en todas sus instancias, con los beneficios de la publicidad respectiva, para que demuestre ante la sociedad su inocencia. No basta pedir perdón. 

En Chihuahua hace falta un debate de fondo sobre ética y moral públicas, involucrando obviamente los aspectos inherentes de la legalidad vigente. El mismo demostraría que la queja del panista en torno al ambiente de linchamiento que se ha propiciado en Chihuahua es producto sobre todo del fundamentalismo de cuño panista y que ya en una ocasión demostró su inoperancia al facilitarle al exgobernador Baeza convertirse en ídolo de la plebe, al salir ileso de los cargos que se le hicieron al inicio de esta administración.

En nuestra república hay que enfrentar de fondo las raíces de la impunidad que durante más de sesenta años ha perpetrado el régimen priísta del partido de Estado, pero su combate se tiene que hacer sobre bases de ética política y de derecho público, no involucrando demagogia que crea intolerancia y encono social, pues tal cosa se genera cuando se ponen en circulación moralinas como las que ha expendido en sus campañas políticas el Partido Acción Nacional.

Justamente por esta razón, el juicio de Mesta Soulé es importante y estimo para mí que, si yo estuviera en sus zapatos, así lo exigiría”.

Como se puede ver, la lucha contra la corrupción en Chihuahua tiene historia, no es cosa de la coyuntura. Y esa historia debiera aprovecharse para no colocar en altos cargos a funcionarios como el que ahora sustituye a Jáuregui Robles.

Espere mañana la segunda y última parte…

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(Esta carta está contenida en mi libro “Chihuahua: Fuegos bajo el agua”, Ediciones del Azar, A.C., 2da edición, páginas 288-9).