Navegar en alta mar sin brújula se puede tornar en tragedia para los marineros. Ir a una contienda política sin alternativas es un tragedia que afecta a todas las personas. Chihuahua 2021, previsible de acuerdo al escenario actual, está en esa tesitura en clara ventaja para quienes se benefician de lo establecido en materia de negocios de privilegio y de ejercicio del poder político en favor de los de siempre. 

No se advierte que en el trazo del rumbo se esté indicando una dirección en la que los intereses de la inmensa mayoría estén en primer lugar, ni se nota preocupación por hacer el reajuste con un pasado de autoritarismo, dependencia centralista, simulación y servicio a los intereses creados que han ejercido, valiéndose del PRI y del PAN, para mantener un esquema de dominación que ya no se sostiene y que, tarde o temprano, estallará en una crisis cuyo preludio ya observamos con motivo del conflicto del agua en la cuenca del Río Conchos.

Quizás se trate de lo que sostiene Andrew Marbell: “Arruinar el gran trabajo del tiempo, y vaciar el antiguo reino dentro de otro molde”. No sería la primera vez en nuestra historia: sucedió a la hora de la Conquista, con la Independencia, la Reforma y la Revolución. Si como se pensaba la violencia es la partera de la historia, a nosotros no nos ha ido bien con ese personaje a la hora de nacer. Los resultados están a la vista y no dudo que fue la gran generación liberal de mediados del siglo XIX la que con más lustre buscó sus empeños por darle a la nación un destino. Pero esa historia terminó por el ancestral problema del poder político que, en esas circunstancias, se sintetizó con el epónimo de don Porfirio.

Chihuahua vivió una transición democrática adelantada que estalló en 1983, tuvo un capítulo ominoso con la usurpación de Fernando Baeza en 1986 y encontró una salida en 1992 con el primer gobierno de alternancia. Sin embargo todo cambió para continuar exactamente igual y, apurándome un poco, puedo decir que fue más lo que empeoró que los beneficios logrados por grandes movilizaciones sociales que adolecieron, precisamente, de la carencia de una hoja de ruta para hacer de Chihuahua un estado digno para sus hijos e hijas.

El gran problema es la enfermedad del poder. Define ambiciones y se ve como una totalidad para todo proyecto político. Quien lo tiene todo lo puede; quien carece de él todo lo padece y ha de aguantarse. Ese espectáculo es el que tenemos en puerta los chihuahuenses hacia la elección local general de 2021 y a eso llamo “encontrarnos sin alternativas”. 

Veamos el cóctel que se está mezclando: crisis del sistema partidario, polarización creciente, fanatismo inédito, recurrir a las soluciones de fuerza antes que a la negociación de los conflictos, y la crisis social y económica que estallará con intensidad el próximo año, que se conjurará con los efectos de la pandemia, más si a esas alturas no llega la ansiada vacuna. Y por si algo faltara, ahí está la iniciativa del presidente de la república de realizar, el mismo día de la elección de poderes en Chihuahua y diputados federales, la consulta para que el “pueblo sabio” decida si se procede a enjuiciar penalmente a los expresidentes de la república que son su némesis. 

Me explico: López Obrador pretende tener una presencia electoral exhorbitante y estar presente a la hora de una polarización que se definiría, según su visión, por la continuidad de la construcción de su hegemonía, pasando a segundo término la significación de la elección legislativa federal y todo lo que corresponda a la vida local en alrededor de la mitad de las entidades de la república. 

En un esquema de lo que se conoce como “democracia con jefes”, pretenderá interponer su visión carismática, caudillesca, emotiva y, entonces, las elecciones versarán más sobre la continuidad política de la Cuatroté que sobre las plataformas, por limitadas que sean, de los partidos que irán a la búsqueda del voto ciudadano. En otras palabras, AMLO pretende ser candidato invisible detrás de la boleta electoral. Esa ha sido su apuesta y persiste en ganarla a pesar de que el artículo 35 constitucional señala muy claramente que esto no se puede y hasta se asigna fecha diversa. Esa ruta no es la de la democracia que México necesita de cara a los grandes retos internos y externos. Al contrario, abre derroteros que quizá no sean los más ortodoxos en conceptos de lo que se entiende por “sistema democrático”. 

Pero ese preludio aquí se convierte no en cualquier batiburrillo, sino en un cóctel molotov. Adelanto que en Chihuahua hay un PRI que afortunadamente ya no puede levantar cabeza; si ese partido significa Omar Bazán, Graciela Ortíz o Hector Murguía, provoca escalofríos, aparte de profundo desprecio. Su adversario complementario, el PAN, pagará doblemente su fractura por el desastre del corralismo instalado en los poderes en la más pura usanza y tradición que lo hizo el PRI, sobre todo si se empeña en dejarle el cargo al plutócrata Gustavo Madero Muñoz. Es obvio que quieren defenestrar a María Eugenia Galván por sus ventajas para contender, pero aún ocupando ella el liderazgo, carece de las dotes por ser una representante refinada de la ultraderecha ligada a los oscuros intereses económicos de una caterva de empresarios inmobiliarios que han hecho de Chihuahua la plaza predilecta para sus grandes fortunas. 

Esto haría pensar en que, finalmente, ha llegado la hora de la izquierda en Chihuahua. Pero aquí encontramos la paradoja de las paradojas: está invertebrada y al acecho de liderazgos de derecha política como la que representan Cruz Pérez Cuéllar y Rafael Espino de la Peña; por emanaciones del corralismo en la persona de Victor Quintana o de un Juan Carlos Loera de la Rosa, que no tiene más sostén que estar al frente de las políticas de asistencialismo al servicio de obtener clientelas de una manera más burda que todas las que puso en práctica el PRI durante el régimen de partido de Estado. En 2018 se nos ofreció un cambio de régimen, pero si este es el cambio ofrecido, habría que forzar la semántica para entender los significados, porque no hay tal. 

Empero, el caso más grave es el de el desarraigado Rafael Espino: se ha autopresentado como el enviado del presidente de la república para encargarse de esta provincia, como lo hacían los emperadores romanos con sus procónsules. Adosa a esto carecer, no sólo estructuralmente, sino de lo más elemental para definirse como de izquierda. Él presume su encargo presidencial y su madera de empresario, como diciéndole a la élite chihuahuense: soy de la pasta de ustedes, conmigo nada les pasará. Quien haya leído El gatopardo entiende fácilmente lo que quiero decir. 

Pero aún más grave que esto es propalar, por boca de ganso, que ya es el candidato de Palacio Nacional; pero no sólo, sino también de la famosa maestra Elba Esther Gordillo, quien aparte de todos sus crímenes, aquí tiene dos que por los que se ve ya nunca pagará: el fraude descomunal de 1986, que orquestó y luego la convirtió en figura clave del salinismo y de los presidentes panistas; y la protección que se brindó al asesino de la maestra chihuahuense Sonia Madrid, como está suficientemente documentado, con responsabilidades muy obvias al exgobernador José Reyes Baeza, hecho este que desde que sucedió le he reclamado a los que han representado el régimen de impunidad en Chihuahua. 

En realidad, no hace falta atenerse a lo que algunas columnas periodísticas más asertivas de Chihuahua dicen acerca de ese supuestamente expresado apoyo de la Gordillo al autonombrado favorito de López Obrador a través del nuevo partido en ciernes, Redes Sociales Progresistas (RSP). Son públicas las conexiones de Rafael Espino con Juan Iván Peña Neder y de ambos en las redes de apoyo durante la campaña presidencial de AMLO. Espino venía del zedillismo y Peña Neder, simpatizante nazi acusado por su hoy exesposa de violación tumultuaria, provenía del calderonismo. Ambos mantenían lazos profundos en la derecha política nacional. Después, Peña Neder y Elba Esther Gordillo terminaron enemistados por la disputa de RSP en el que la “maestra” impuso finalmente a su yerno, Fernando González en octubre de 2019. Peña Neder y Gordillo estarían, así, apoyando a AMLO por diversos frentes.

Si estos son, en conjunto, el menú que tendrán los chihuahuenses el año que entra, estamos perdidos electoralmente. No espero que de los independientes que se mencionan, en particular de Armando Cabada, salga una opción, tampoco de los partidos que están por emerger a la vida comicial. No es mi empeño pintar aguafuertes terroríficas, de hacerle al Francisco de Goya y Lucientes con los caprichos chihuahuenses. Para nada: simplemente es hablar con claridad de la perspectiva que nos espera.

Empecé hablando de navegación, mar y carencia de brújula. Finalizo, con ideas en préstamo, diciendo que nuestra nave está descompuesta en alta mar, que tenemos que arreglarla en esa posición, que no tendremos astillero seco para obtener refacciones y seguridades en la reparación. Tiempos difíciles, precisamente por carecer de alternativas, que se pueden revertir si construimos un Chihuahua y un México mejores.