La gobernadora de Chihuahua, María Eugenia Campos, rendirá su primer informe aparentando que ha estado un año en el cargo, cuando en realidad ya gastó año y medio en el mismo, una cuarta parte del sexenio. Con esto quiero decir que ha transcurrido mucho tiempo y los resultados no se ven por ninguna parte.
Estas circunstancias la han llevado a la práctica de la simulación para la que, hay que reconocerlo, tiene grandes habilidades. El camino es pervertir las instituciones, privar a la sociedad de la información necesaria, aparentar consensos amplios pero no rendir cuentas, como un ejercicio inseparable de un gobierno con apego a las reglas democráticas.
No obstante que cuenta con una mayoría congresional, sobrada, continúa en la tendencia de sobajar a ese importante poder, reduciéndolo a un simple receptor de un grueso volumen que nadie lee, mucho menos los diputados, que nadie analiza y que la Auditoría Superior del Estado, en manos también del panismo, echará al cesto de la basura para maquillar los resultados a modo que el gobierno necesita, para seguir ostentándose como honrado y apegado a las buenas reglas de la auditoría y fiscalización que en Chihuahua no existen.
El estado continúa siendo una fachada de instituciones que en apariencia se apega a la Constitución, pero que realmente se transgrede con un gobierno unipersonal, familiar, de favoritos, y de incondicionales del propio PAN, ahora salpicado con figuras del PRI y del PRD. Aquí parece que la máxima de que escoria llama a escoria se cumple a cabalidad.
Chihuahua no va bien y ya tiene rato que está en esa condición. César Duarte puso su parte, Corral la suya, acompañada de abulia, holgazanería y facciosidades, y la gobernadora actual continúa en la misma ruta. El tercer gobierno panista está fracasando y queda muy lejos del ejemplo puesto, más allá de las discrepancias que hice públicas en su momento, por Francisco Barrio Terrazas, que al menos en aquel tiempo tuvo la justificación de ser el primero, después de una larga estadía del PRI.
Aunque se presumen resultados, así en abstracto, y aunque se ofrece que van por más, también en abstracto, la realidad es que a año y medio de gobierno el saldo es negativo y Campos Galván llega esta semana con las manos vacías.
En primer lugar, manchada de corrupción por su complicidad con César Duarte, del cual se benefició para mantenerse en la arena política; y no sólo eso, por primera vez con aval del PRI, partido con el cual, sin exagerar, cogobierna en Chihuahua, como un compromiso adicional de la posible alianza para las elecciones generales de 2024, para la que además se deja candidatear, a sabiendas de que su peso específico no es ni remotamente suficiente para un desempeño en esa tarea. Pero eso es lo de menos, debe explicar cómo es que ofrece más resultados si a la vez dice que se va a ir a otra responsabilidad. Si cree que el estado de Chihuahua la va a estar esperando eternamente, más vale que se dé cuenta que está profundamente equivocada.
La deuda principal que se arrastra hasta ahora es en materia de inseguridad, lo mismo en la sierra que en las llanuras, que en las rancherías y las ciudades. En Chihuahua existen grandes zonas de extraterritorialidad en donde el estado ni manda ni gobierna, y los alcaldes o están coludidos con el crimen organizado o simplemente están en condición inerte para no comprometer a la comuna, que además en muchos casos carece de cuerpos policiacos, y cuando los tiene están en proceso de cooptación, circunstancia que particularmente se advierte en el amplio ramillete de municipios serranos. El emblema de todo esto es el triple homicidio de Cerocahui y la impunidad de la banda que capitanea “El Chueco”.
Pensiones Civiles del Estado está en situación deplorable y paradójicamente los derechohabientes, que debieran estar amparados por un sindicalismo rebelde, ha dejado pasar meses y años, cuyo resultado puede ser la aniquilación de una institución de seguridad social, antaño muy querida y respetada por sus buenos servicios.
Hay escuelas a punto de cerrar por la deserción, y la atención que se presta a los más vulnerables es débil, emuladora de las políticas del bienestar de López Obrador, con un tufo de compra del voto que se distingue a leguas. Y en esto, la señora madre de la gobernadora utiliza al DIF de manera clientelar, algo que le envidiaría el mismo PRI de sus buenos tiempos.
Y si la rendición de cuentas institucional está estancada con políticas de imagen y persuasión banal, a las libertades públicas no les va mejor, pues carecen del ingrediente de una prensa libre. Esas libertades han perdido calidad, ubicando a Chihuahua entre las entidades del país menos democráticas. Al parecer, ni durante el duartismo se invirtieron tantos millones de pesos en presentar la imagen de una gobernadora que se empreña en aparecer como una dama quinceañera.
La plataforma Centinela pretende ser la obra insignia de este gobierno, pero la opacidad con la que se procesó el contrato para la edificación de su torre en Ciudad Juárez, anuncia que será el tema central para la denuncia de la corrupción política. Ahora existe ya una investigación periodística que demuestra que se ha gastado más en publicitar la plataforma que en la plataforma misma y que rebasa a otras esferas prioritarias de la administración pública para atender a la población.
El toque de esta perversión de las instituciones es que, según Campos Galván, “vamos por más”.