Duele decirlo pero no es broma. Sí ocurrió y lo puede verificar. Y a pesar de la angustia que nos provoca la falta de prudencia de quienes dentro y fuera del poder “hacen” política, hay escenas que verdaderamente llaman a risa, una risa de zozobra, pero risa al fin. A ese tipo de comedias han llegado quienes buscan la conquista (o reconquista) de ese poder en el 2021, incitados quizá por la ansiedad que el solo hecho de ponerse en la fila provoca. 

Uno de esos momentos fue el que protagonizó en reciente entrevista el neomorenista Fernando Tiscareño al afirmar que algunos aspirantes la tenían bien hecha si utilizan la corrupción duartista como bandera de campaña. Obviamente lo dijo con otras palabras: “La corrupción del duartismo nos da la posibilidad de ponernos como favoritos para ganar en 2021 y si nuestro instituto se complementa con perfiles valiosos del panismo o del priísmo, incluso de independientes, estamos ganados”.

Pero da la casualidad (esta palabra no es más que una licencia estilística) de que entre esos aspirantes figura el delincuente político, precisamente cocinado en el duartismo, Fermín Ordoñez. Quién no lo recuerda como director del programa “Chihuahua Vive”, y quién no sabe que fue uno de los funcionarios públicos, actuando como verdadero porro, que convalidó las agresiones a Unión Ciudadana del 28 de febrero de 2015. Está denunciado ante la CEDH y la CNDH, instancias que, a final de cuentas, nada hicieron.

Lo que propone Tiscareño no tiene asidero en la realidad, por decirlo suavemente. Vive en el mundo al revés. Quizá está confiado en su parentesco con Bertha Luján, la que hasta hace unas horas después de esa entrevista “se retiró” de la carrera por la dirigencia nacional de MORENA. Quién sabe si en una segunda entrevista Tiscareño ya la piense mejor con la depreciación de esa influencia. Pero, es mucho pedir, por lo visto.

Víctor Quintana, mejor amigo antes que ahora, está en la pasarela de los candidateables, por tanto, es objeto de la crítica y el análisis público. Víctor, el que actúa por “causas” –con eso quiere sacudirse al Corral que lleva dentro– afirmó también en entrevista que sí está registrado aún en el padrón de MORENA y que ese solo hecho lo hacía sujeto de aspirar por ese partido a la gubernatura por Chihuahua. 

En septiembre de 2016 la Comisión de Honestidad y Justicia del CEN de MORENA resolvió que Víctor Quintana quedaba fuera, luego de un proceso que se inició cuando Víctor decidió apoyar la candidatura de Javier Corral como aspirante del PAN. El resolutivo consta de más de 40 páginas y en él se señala, sin dudas, que lo que resuelve es dar de baja del padrón a Víctor Quintana: “…se sanciona al C. Víctor Manuel Quintana Silveyra con la cancelación del registro en el Padrón de Protagonistas del Cambio Verdadero de MORENA en virtud del Considerando Sexto de la presente resolución…”. Tal vez Quintana Silveyra quiera reavivar el viejo truco del PRI en cuyos padrones figuraban hasta los muertos.

Otro que también se aventó una dominguera en plena sierra de Guadalupe y Calvo fue el funcionario morenista Juan Carlos Loera de la Rosa. A la vieja usanza de la demagogia priísta, de su ronco pecho salió eso de que “de manera personal” se comprometía a impulsar la práctica del ciclismo de montaña en Guadalupe y Calvo, algo que en el espectro general chihuahuense pareciera una nimiedad. 

Pero su propio comunicado facebookero y sus propias palabras lo impugnan: “Estamos organizando junto al Presidente municipal, Noel Chávez, el primer evento ciclista con motivo del aniversario de la fundación de este bello municipio”. Nadie, que se sepa, “de manera personal”, tiene ascendiente con gobernante alguno. A menos que sea el rico del pueblo o funcionario de alto nivel, como es el caso. Y a Juan Carlos Loera se le olvida que es diputado federal con licencia para ocupar la delegación federal de los programas de Bienestar en Chihuahua. 

Puede ser que en un arrebato de inevitable euforia asistencialista haya dicho –propuesto u ordenado– tal cosa, pero la objetividad se impone: no se vale, y es delito, que en tiempos de adelantadas campañas electorales de facto se utilicen recursos públicos para hacerse de una imagen para ver cómo se posiciona en las encuestas rumbo al 2021.

Por supuesto, no se trata de sucumbir ante las odiosas solemnidades que, además de contener muchas veces un dejo de hipocresía, caen por el peso mismo de su inaplicabilidad en la vida real. 

Como dije, es risa nerviosa por la incertidumbre que los actos de esos personajes provocan. Sólo eso. Pero ya es mucho.