Un viejo amigo llamaba «anéxodotas» a las malas anécdotas o las que realmente no lo son. Aquí van dos sucesos –nada curiosos y poco conocidos– que relatan acontecimientos que atañen a Teto Murguía, el político que Meade quiere rehabilitar. La primera no es del conocimiento del indicado, la segunda sí.

Van en ese orden:

1.- Corría el año en el que “Teto” Murguía fue electo senador de la república; yo sabía de su existencia, él no de la mía y nos cruzamos por una calle de la Ciudad de México, vecina al edificio senatorial Xicoténcatl. Obra de la casualidad, los dos nos dirigíamos con destino a la librería que está en una de las esquinas del Palacio de Minería. Cada quien fue a lo suyo y, al final, quedó el que esto escribe detrás del político para abordar a un asistente de la librería. Con desparpajo muy propio del exalcalde, se produjo este diálogo:

—Deseo comprar un librito, muy pequeño, el más pequeño que tenga, barato, sobre lo que es el Senado de la república.

—El libro que usted busca no lo tenemos aquí.

—Gracias. ¿Me podría indicar dónde lo consigo?

—No lo sé –contestó el librero.

En realidad nada me sorprendió.

2.- Siendo yo diputado local integré una comisión multipartidaria para entrevistar a “Teto” Murguía en su calidad de presidente municipal de Juárez, en torno a la construcción del Camino Real. Llegamos puntuales a la cita los integrantes de la comisión congresional y hubimos de esperar por el retraso del funcionario. Se instaló en su sitio y a bocajarro nos recibió de la siguiente manera:

—Señores enviados del Congreso, yo llegué a este cargo de presidente municipal siendo un hombre rico (pausa). En este momento puedo expedir un cheque por doscientos millones de pesos y se los cambian en efectivo en el banco y sin mayor problemas (pausa). Sé que les preocupa la construcción del Camino Real (pausa); nada me va a detener (pausa)… y tengo propiedades por las que puedo hacer pasar obras públicas viales, y (pausa) si tienen alguna duda, disípenla: ¡así lo haré! (pausa).

Se hizo un breve silencio que aprovechó el alcalde para echar su silla para atrás y golpear la mesa con estas palabras: “A sus órdenes, ¿en qué puedo servirles?”.

Para mí todo estuvo dicho. Los compañeros se esmeraron en formular algunas preguntas de mero protocolo. Huelga decir que nada pasó.

Años después volvió a ser alcalde, luego quizo ser gobernador y lo consolaron con una tercera candidatura para alcalde y fue derrotado de manera contundente. Hoy aspira a ser diputado federal plurinominal; es “animador” de las campañas municipales y prohombre chihuahuense del meadismo.

Anéxodotas habemus.