Muy campante, muy contento, muy participativo, muy preocupado por la “falta de gobernabilidad” en el país se presentó Gustavo Madero a la reunión pactada con Don Beltrone (Manlio Fabio) y Miguel Ángel Mancera, el grisáceo jefe capitalino emanado del PRD. Los llamados “Diálogos Galileos” (guácala por el nombrecito), coordinador por el también perredista Fernando Belanzaurán no tuvieron empacho en que los funcionarios públicos, pero especialmente el que nos ocupa, Gustavo Madero, ande realizando tarea política a favor de un partido, el PAN, a costas del erario.

Sin dejar de lado el significado de su extensiva presencia en dicha reunión, es reprochable que con las manos en la cintura un representante de altos vuelos del gobierno del estado de Chihuahua puede abandonar su función para dedicarse a hacer proselitismo. Y si acá en el estado norteño desempeña un cargo de segunda mesa, porque ya no tenía nada qué hacer en la Ciudad de México tras su conclusión con el anayismo panista, pues ya encontró qué hacer y se apunta, sin ningún empacho, como operador político del PAN para construir caminos hacia las alianzas con el PRD. No hay que olvidar que a Madero le encante andar haciendo pactos (recuérdese el Pacto por México con Peña Nieto) del que todos los involucrados hoy se avergüenzan, aunque sea de dientes para afuera.

Desde el ángulo que se vea, eso también es corrupción y prácticamente ninguna calidad moral le resta para hablar (cómo no) de “falta de gobernabilidad”, cuando su actuación, fantasmagórica en Chihuahua, ahora sí parece importar, cuando de hacerle el trabajo a un partido se trate. En la misma condición estaría Mancera; pero a ese, que con su pan –convidado– se lo coman en el centro del país.