Lo creíamos desterrado, pero el dinosaurio ahí está, vivito, coleando, gozando de cabal salud. Bastó una llamada telefónica de la administración de Armando Cabada para que una información que le resultó incomoda al alcalde falsamente independiente y un periodista tuviera que dejar su espacio informativo.

Es el caso del maestro Sergio Armendáriz, analista y conductor de un programa en la estación 860 de Megaradio, propiedad de la familia Boone. El pecado: llevar a su programa a Victoria Caraveo, excandidata del PAN a la Presidencia Municipal de aquella frontera, pero además crítica y promotora de un amparo contra Cabada por el manoseado tema de las luminarias, su licitación, la corrupción que se advierte detrás y el manipuleo ciudadano que éste intenta para llevar a cabo su cometido.

Más allá de las limitaciones políticas de la señora Caraveo, bastó su expresión crítica hacia el gobierno actual de Ciudad Juárez para que un periodista como Armendáriz tuviera que dejar, presionado por los dueños de la estación, su espacio de análisis político.

La enfermedad de estar-bien-con-el-poder-en-turno por parte de los dueños de los medios cobró una víctima más de la censura en el estado de Chihuahua, una entidad en donde ejercer el periodismo no únicamente se ha vuelto peligroso sino insano, incómodo, indeseable a los intereses de la política mal entendida por los vivales que se escudan en una independencia –falsa, reitero– para cobrar facturas personales, económicas a largo plazo, por supuesto.

Ese es el nivel de periodismo que tenemos en Chihuahua. Ese es el nivel de intereses que defienden los dueños de los medios. Y ese es, al fin, el grado de descomposición que alientan políticos de la calaña de Armando Cabada, quien de paso degrada una figura política que hubiese sido alternativa de no ser por su filias con el pasado priísta y la escuela de corrupción que ese partido ha dejado en conciencias como la suya.

Pobre Juárez, pobre Chihuahua, pobre México. Vaya desde este espacio mi solidaridad con Sergio Armendáriz.