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Duarte y Aguadé. Añeja relación.

 

La mala prensa de Chihuahua continúa en su papel: más que informar, confunde. Ahora, tomando como antecedente una entrevista a Jaime González Aguadé, presidente de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), desahogada ante el periódico El Universal, casi casi exonera a César Duarte del escándalo de su corrupción y delincuencia. ¿Qué dijo González Aguadé? Para no poner palabras en su boca, transcribo de manera textual la respuesta al reportero cuando éste preguntó si había una investigación respecto de los recursos que César Duarte le inyectó al Banco Unión Progreso:

Una investigación por parte de la PGR. En lo que a nosotros nos corresponde por ley y norma revisar, no encontramos ningún problema en esa autorización; no porque sea o deje de ser gobernador está imposibilitado para ser socio, además, como se sabe, ese dinero estaba dentro de un fideicomiso constituido con su dinero. Lo revisamos y así estaba aprobado por las diferentes autoridades: Secretaría de Hacienda y Banco de México y, al final, la junta de gobierno que le dio la autorización. Por nuestro lado y hasta donde podemos llegar dentro de nuestra esfera de competencia, no había ningún problema”.

Vienen las precisiones: el funcionario de la CNBV reconoce que hay una investigación ante la PGR, aspecto no menor de su declaración. Por otra parte, enfatiza que bajo su normatividad ellos aplicaron la ley y no encontraron ningún problema concerniente al tema, lo que está por verse, ya que aquí en Chihuahua, Jaime Herrera Corral –personero de la institución de crédito y a la vez secretario de Hacienda en el gobierno duartista– ha declarado que la CNBV fue la que sugirió la constitución del famoso fideicomiso (firmado sin ver); algo así como imputar a una autoridad el desempeño de un acto que violenta la ley. Pero en todo caso, González Aguadé está pasando por alto cuando menos dos cosas: las certificaciones de la agencia Moody’s donde se puso bajo sospecha al banco en creación por contar entre sus accionistas a los altos funcionarios del gobierno de Chihuahua, por una parte y, por la otra, la advertencia de que no se estaba en presencia de una institución que tuviera el tamaño económico y financiero para convertirse en banco, que de alguna manera, a través del desvío de atribuciones, se le fue dando con astronómicos depósitos gubernamentales, y no se diga apalancamiento en ejercicio de mecanismos negros de corrupción política. Quiero decir que con estas declaraciones Jaime González Aguadé se pone en el tocadero, pero ese es otro tema.

Otra precisión importante es: la controversia abierta con la denuncia no versa sobre si un funcionario público, de la naturaleza y magnitud que se quiera, pueda ser o no accionista de una empresa o de un banco. Eso por sabido se calla. El problema es que quien quiere ser inversionista, con el grado de accionista de cualquier empresa, acredita la limpieza de sus recursos monetarios. Un presidente de la república o un gobernador pueden ser accionistas de un gran banco y no tendrán problema si acreditan el legal origen de su riqueza. En otras palabras, lo que en el caso Duarte está en cuestionamiento es su enriquecimiento ilícito, y sobre eso, efectivamente, no es la Comisión Nacional Bancaria y de Valores quien ha de decir la última palabra, que en este caso la tiene la PGR, y en última instancia los tribunales. En ambas puertas estamos tocando. Esa es la miga del debate y de ninguna manera una disquisición en el aire de quiénes pueden ser o no accionistas, terreno en el que cae González Aguadé sospechosamente. Tampoco están a discusión las facultades expresas y limitadas de la CNBV.

La columna Ráfagas del periódico El Heraldo, que ni siquiera ha informado del Duartegate, habla de que esto es el preludio para darle mate a la denuncia penal contra el cacique del estado. A su vez, el periódico oficial de la tiranía local (Tiempo.com) hasta presume con términos en inglés lo que hará Unión Ciudadana. Ambos andan lejos de la verdad. Pero no me extraña, ese es su oficio, y además por ello les pagan.

En consecuencia, no hay que dar tanto brinco estando el suelo tan parejo. Y tampoco hay porque adelantar vísperas. Estamos en presencia –valga el término– de una guerra prolongada. O como dicen en el béisbol, esto no se acaba hasta que se acaba.