Lo bueno es que no he perdido la capacidad de asombro, eso explica que al no estar de acuerdo con el tiempo que transcurre hoy, me refugie en la filosofía como acción. Ayer, la dirigencia estatal del PRD en Chihuahua se entrevistó con Javier Corral con el fin de vertebrar acuerdos políticos que tienen que ver con la precaria gobernabilidad en el estado. Algún medio hasta aventuró la posibilidad de co-goberna; así, se adelanta la pretensión partidocrática del llamado Frente Ciudadano por México, en realidad una alianza para que todo prevalezca en bien de una clase política empoderada de la que el país se quiere sacudir por parasitaria, entre otras cosas.

El PRD, como se sabe, está plagado de historias, no es una sola, pero es de recordar ahora que durante el sexenio de César Duarte fue el más aguerrido defensor de la tiranía y la corrupción. Ahora, creyendo que portan una nueva máscara, se retratan con Corral, que ya sin escrúpulos los recibe, discute y hasta puede llegar a acuerdos que hablan muy claramente de una incongruencia con el discurso ciudadano que algún día albergó en su corazón.

El elenco perredista no tiene desperdicio ni comentario mayor: se trata de la tranza organizada para hacer ajustes a proyectos de poder electorales y que todo siga igual, desde luego con los negocios que engordan bolsillos por aparentar que se tiene algo de lo que se carece. Es una historia archisabida como para recapitularla en viernes, día que no se recomienda matar víboras.

Esto ya no llega ni a gatopardismo –que todo cambie para que todo siga igual, dijo Lampedusa–, sino de que nada cambie para que todo siga peor. En México hay una costra partidocrática que ya es un cáncer avanzado, hay que extirparlo aún en la oscuridad de la larga noche que vive la república y Chihuahua dentro de ella. Creen que las tinieblas ocultan estas tranzas.