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Al cacique Duarte y a su encargado de Hacienda, Jaime Herrera, los número no les dan para justipreciar la crisis de las finanzas públicas de Chihuahua. Si me apuran un poco, tampoco buscan hacerlo. El plan de austeridad, tan llevado y traído, no va más allá de ordenar recortes de personal, despedir trabajadores con una larga trayectoria de servicio, mandarlos a litigar a un Tribunal de Arbitraje absolutamente dependiente y, según la opinión general, acrecentar el sentimiento de traición e ingratitud que acusan en el Ejecutivo, luego de que los ha empleado en ganar elecciones, incluida la del 2010, la del propio Duarte. Pero eso les importa muy poco. Ahorrar es la consigna de Duarte a Herrera, y no crea que estos ahorros son para sanear las finanzas, no, sino para hacer más grande la piñata y continuar en el reparto dentro de la gran corrupción política que azuela al estado.

Sin duda viene otro recorte, y así las cosas, los trabajadores al servicio del gobierno deben estar preparados para otro atropello más, con el que no se resuelve absolutamente nada. A esto le llaman austeridad, apretarse el cinturón, pero en realidad contrasta con el dispendio que se vive y del cual son muestra mantener una flotilla de aviones y helicópteros para cuanto capricho tiene el cacique, tenga o no que ver con la función que desempeña. Viajes permanentes dentro y fuera del estado y a países como China, Francia, Inglaterra; enormes pagos a medios de comunicación, una numerosa guardia personal, disposición de numerario de la propia Tesorería para fines particulares, banquetes y parrandas y, como diría Galeano, que de los trabajadores se apiade Dios si la policía no alcanza.

Jamás se había vivido una política antilaboral contra los burócratas del estado que hoy, en este momento, están a punto de sufrir un recorte más que lanzará a la calle indiscriminadamente a trabajadores que, dicho sea de paso, son los que hacen el trabajo necesario, el que sí vale, el de todos los días, el serio.

Si los burócratas a los que me refiero no hacen nada por sí mismos, no deben esperar que otros lo hagan por ellos, ahora que se afila la guillotina para ahorrarle dinero al autor de la quiebra y la deuda chihuahuenses, que ya no se arregla ni despidiendo a otras bandadas de trabajadores de cien en cien. Alertas y a moverse.

 

La rauda Otilia

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Este segmento no tiene nada que ver con el nombre de la novela que recuerda la cabeza.

Las señoras Bertha Gómez de Duarte, Aidé Armendáriz de Garfio (en la página social así se autodenominan) y Rocío Reza Gallegos, son una privilegiadas porque por ellas contestó a esta columna María Otilia Sánchez Bermúdez-Prieto, quien dice no pertenecer ni le interesa partido político alguno y que hasta gastó alrededor de 20 mil pesos por el solo gusto de apoyarlas. ¿Será?

 

Jesús Esparza se pasó de tueste

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Con tal de quedar bien con el cacique, y lo más seguro por obedecerle, Jesús Esparza, auditor superior del estado, se pasó de lanza en el caso conocido como Aeroshow. Para él fue una tragedia prevenible. ¿Tiene él –me pregunto– facultades para hacer esto? Por supuesto que no. Al actuar así lo que exhibe es el manejo político y faccioso de la dependencia que preside, y como ahora el deporte de moda al interior del PRI es pasar a Marco Adán Quezada por cuanto molino de carne esté disponible, él no se quedó atrás, eso sí, en secreto. Lacayo de este tamaño en la Auditoría jamás habíamos tenido. Para decirlo rápido: ni Sérbulo Lerma, por aquello de que en el nombre lleva el castigo: el pequeño siervo. Y lo digo no porque me interese el destino del político Marco Adán Quezada, sino por la corrupción que denota la institución que en este caso actúa como trompeta de Duarte que anuncia la desgracia de los delicienses, otrora en el poder.