Como en el rosario: ¿una sarta de muertes? La masacre en la colonia Rosario de la ciudad de Chihuahua, pone al descubierto todas las debilidades y limitaciones del Estado mexicano y el gobierno de Chihuahua frente al problema de la seguridad que, al paso que va, arrastrará al país a su dislocación completa.

Es un momento de contrastes: frente a los fenómenos imprevisibles e inevitables de la naturaleza, que han cimbrado a la nación en medio del dolor y de la muerte, se levanta la irresponsabilidad de una clase política gobernante ineficiente, engreída, sin estrategia, ocupada de muchas otras cosas antes que garantizar la vida de los seres humanos.

Chihuahua escurre sangre por todos sus poros; es tierra de impunidad y de proyectos de poder que no conducen a nada, sino al vacío y al abismo de la violencia terrorista. El suceso de la colonia Rosario no es el primero, seguramente no será el último, y la pregunta salta a la vista: ¿qué hacen los gobernantes para prevenir y evitar el derramamiento de sangre? ¿Qué hacen las fuerzas armadas del país artificialmente alimentadas de una confianza de la que carecen?.Con y sin ley de seguridad interior todo seguiría igual, salvo que aquella los acercaría más al camino de la dictadura y el terror.

No voy a decir que nada, porque sería muy excedido, pero sí que estamos en presencia de un fracaso envuelto en banalidades. El gobierno panista del municipio de Chihuahua puso un “escudo” supuestamente para que no ingresen delincuentes a la ciudad, olvidando la porosidad de nuestro territorio y, sobre todo que los sicarios, invisibles, se mueven libremente entre nosotros, por todas las calles de la ciudad capital de Chihuahua. Ahora comprenderán los ciudadanos de esta atormentada urbe que la famosa compra del Black Mamba es un cosmético que adorna una pretensión reeleccionista o de avaricia de poder. Que el famoso Halcón, el helicóptero destartalado, sólo sirve para dirimir conflictos internos al interior del PAN y su aberrante sed de poder.

Y qué decir de Javier Corral, que hace unas cuantas horas le recriminó a Armando Cabada –el alcalde bien casado e “independiente”, que intentó poner a Jorge Gonzales Nicolás al mando de su fuerza policial– su falta de colaboración para la seguridad en Ciudad Juárez, cuando a unos cientos de metros del Palacio de Gobierno de la capital del estado (la torre del orgullo) suceden estremecedores hechos que hoy están en boca de todos y que además tienen el agravante de que su compañera de partido, María Eugenia Campos Galván, gobierna el territorio de la municipalidad capitalina. También aquí habrá reclamos, ¿o se impondrán las razones de partido?

Un clamor se escucha en este momento en Chihuahua: los que no sirven que se vayan, sean de cualquier nivel de gobierno, porque la sociedad no está para diseccionar competencias que se emplean como moneda de justificación.

Con un tufo a escoba de la muerte que realiza limpieza social, ya hay medios que dictaron sentencia: eran adictos. No estamos para frivolidades y la retórica no remedia la lluvia de balas, la muerte en las calle, el terror en la ciudad y el miedo en todas partes.

Hay una larga e interminable noche en Chihuahua.