Sería mucho decir que Maru Campos y el gobernador de Texas, Greg Abbott, sostienen una relación freudiana, desde el punto de vista político. La metáfora puede ser tal vez muy arriesgada. Pero mucho se configura.

La ambivalencia de la gobernadora panista de Chihuahua respecto de su similar norteamericano así lo denota: ayer acudió pronta y expedita a tomarse la foto con el mandatario republicano para evidenciar, desde su protagonismo, la lentitud y falta de oficio de una Cuatroté en el tema del bloqueo transportista, y hoy, ante las amenazas de Abbott a los gobiernos estatales vecinos y al que encabeza López Obrador, de retomar las inspecciones fronterizas al transporte, Maru Campos toma su distancia.

A pesar del acuerdo violatorio de la soberanía por parte de los gobernadores mexicanos, Campos Galván sostuvo horas antes que ha cumplido el trato de bloquear, en territorio chihuahuense, a los migrantes que buscan cruzar a Estados Unidos. Pero la nueva actitud de la gobernadora es que la declaraciones del mandatario de Texas violentan los derechos humanos y los de sus “hermanos migrantes”. Entre ultraderechistas te veas.

Con esas declaraciones, que pretenden ser una rectificación, Maru cree que está evadiendo su responsabilidad por violaciones a la Constitución que deben ser sancionadas severamente, porque la república no está a merced de que la quieran representar políticos y gobernantes que no están facultados para ello.

El asunto es grave, y más vale prever que lamentar.