Tanto los gobernadores como los alcaldes de Chihuahua han sido inclementes con el patrimonio cultural construido y que algún día dio fisonomía a la ciudad capital del estado.

Han sido émulos de Atila. No ha habido quién les ponga freno; y así, lo que podría ser una ciudad con mayor identidad histórica, se ha desfigurado en mérito de una modernidad sin rostro.

No iré muy lejos: los gobernadores Giner Durán, Óscar Flores, Patricio Martínez y César Duarte golpearon ese patrimonio, más dando gusto a sus raquíticas convicciones urbanísticas, arquitectónicas y estéticas, que a un criterio bien pensado para una ciudad que surgió un siglo antes de que se iniciara la Independencia de México.

Ha faltado, para impedir desmanes de ese tipo, una sociedad civil actuante y la voz persistente de expertos en la materia, como serían los arquitectos organizados. Estos últimos empiezan a dar muestras de que resistir vale la pena. Lo demuestra la reciente obra colectiva “Espacio y sentido”, que publicó recientemente el Colegio de Arquitectos y cuya lectura recomiendo.

En el pasado inmediato cómo olvidar lo que pretendió hacer el efímero alcalde empresario Eugenio Baeza Fares, que dejó inconcluso un proyecto que jamás se consensó y que está a los ojos de todo mundo en la mole de hormigón y ciénega en las esquinas de avenida Niños Héroes y Universidad. Ofreció a su vez una Plaza del Mariachi –sin mariachis– que se ha convertido en un elefante blanco, y habría una calle Venustiano Carranza iluminada y peatonal que se quedó en bancas desvencijadas y adefésicos arbotantes.

Este breve apunte viene a colación de que Marco Bonilla ha anunciado un gasto super millonario (130 millones de pesos) para, por enésima ocasión, “hacer algo” por el centro de Chihuahua, en especial en la Plaza de los Frisos.

Sostengo que es tiempo de que decisiones como esta se consulten técnicamente y se establezcan con firmeza, luego de un plebiscito realizado en regla y vinculante. No podemos dejar ya estos temas en manos de políticos de ocasión, que sólo buscan escalar en las jerarquías estatales.

Pongo un ejemplo sencillo: las calles Libertad, Victoria y ahora la Morelos se dicen peatonales, pero cuando más visitadas son por los pobladores de la ciudad, como en las temporadas decembrinas, están abarrotadas con comerciantes informales que ni siquiera dejan espacio para la movilidad. Esto sucede por un oportunismo extremo.
De tantas cirugías plásticas, el centro de Chihuahua va a terminar irreconocible, como sucede con muchos artistas que de tantos arreglos que se hacen, se convierten en otras personas.