Columna

La picaresca de Maru

El género picaresco en la novela, el relato, y la política, son de vieja data entre nosotros. La literatura tiene sobradas muestras, tanto aquí como en la llamada “madre patria” de la feligresía de VOX, donde habría que buscar a María Eugenia Campos, a Marco Bonilla y a no pocos panistas.

Hoy, al leer una entrevista de María Eugenia Campos, por supuesto en El Diario de Osvaldo Rodríguez Borunda, no nos queda más que reconocer que en política nuestra tierra chihuahuense es pródiga en pícaros y pícaras.

Como se sabe, es una vieja táctica que suele engañar a muchos, el llegar a un puesto público de relieve, bajo la divisa del que el que se fue dejó un “desorden tremendo, aberrante y de vergüenza”. El truco es más que obvio, se culpa de todo a quien se fue y se fincan todas las esperanzas en este caso en la recién llegada. Luego viene el despliegue del artilugio: hay que darle el beneficio de la duda, no queremos que le vaya mal porque sino le va mal a Chihuahua, demos la oportunidad, y otras lindezas.

Cuando vemos históricamente la sucesión de los gobiernos, observamos que al principio el truco funciona, que se logra sacar un conejo de la chistera; pero seis años después se grita como cerdo atorado en el trochil. Parece que esto es cíclico.

María Eugenia Campos será la panista que ocupe por tercera vez el Ejecutivo chihuahuense. Es la rama de un árbol muy conocido aquí: Barrio, Corral y su funcionariado han sido los retoños de esa planta.

¿O a poco podemos creer que no sabía del desbarajuste, del desorden financiero, de las estadísticas de muerte? ¡Pamplinas! Lo supo desde temprano y lo calló. Ella es parte del desastre porque, por ejemplo, su cacareado “Escudo Chihuahua” ha tenido más orificios, como he dicho antes, que un queso gruyere.

Pero no sólo eso, desde su burbuja ha sido cómplice no nada más de Corral, sino de Duarte, y no se diga de la derecha calderonista. Ella es parte, y además parece una especie de “niña de Brasil” criolla, prodigada por la oligarquía terracista y los consorcios inmobiliarios que no tienen partido sino intereses. Pero ahora los oculta diciendo que el pasado fue bochornoso y así empieza el nuevo ciclo.

Ese ciclo será sin rubor y sin tapujos después de las nupcias del PRI con el PAN.