Lo que los concesionarios del transporte en Chihuahua pretenden, a través de su dirigente, Alfredo Lozoya, no parece un acto justiciero sino más bien una postura de chantaje, adosado al rosario de promesas de estos amos del volante: “si nos dejan elevar el costo del servicio, ponemos camiones nuevos”. O sea, a pesar de todo, la ciudadanía, los usuarios, no merecen un mejor transporte sino hasta que paguen, todavía más, por ello.

Los concesionarios quieren incrementar a diez pesos el pasaje con las chatarras que se tienen, con el mal servicio que se ofrece, con el mal trato de los choferes, del mismo modo en que antes, hace ya muchos lustros, fueron justificando el alza paulatinamente, en complicidad con los gobiernos en turno y, claro está, con una CTM que apenas está saboreando el amargo buqué opositor que, según parece, no lo será tanto en este tema.

Renovar la flotilla de camiones con el garlito del alza al combustible y el incremento del dólar, que hace subir los precios de las refacciones, es cuento viejo; paradójicamente, siempre les ha resultado. La extensión del gasolinazo hacia los usuarios sigue, por lo visto, su ruta “natural”.

Uno de los problemas a nivel político es que el gobierno del nuevo amanecer sigue sin tomar el tema del Vivebús -ni nada parecido- en sus manos; y aunque ninguna instancia se agota por sí misma, menos en una administración pública, el hecho es que el asunto también formó parte de las promesas de campaña y hasta ahora no hay nada claro al respecto. Por el contrario, una decisión que atente nuevamente contra el bolsillo de la gente va a tener repercusiones serias. A final de cuentas, el consumidor nomás no ve una a su favor.