El empresario Eugenio Baeza Fares, consentido de César Duarte durante su gobierno, y encargado de un proyecto de remodelación urbana del centro de la ciudad, que se extiende sobre la avenida Venustiano Carranza, desde la 20 de Noviembre hasta la Niños Héroes, no ha rendido cuentas de su irresponsable conducta que dejó a medias todo, y ahí están las obras que exclusivamente llegaron a la calidad de ruinas, como el estacionamiento fallido que hoy se conoce con el mote de “alberca de Shrek”.

También fue, durante la licencia de Javier Garfio (otro consentido de Duarte), alcalde de Chihuahua durante algunas semanas, cuando se paseaba por las calles aledañas al Palacio Municipal con una corte de funcionarios y policías fuertemente armados, con lentes oscuros y luciendo pelo en pecho. Todo un patán. Eso sí, con mucho capital invertido en empresas de diversa índole.

En ese marco se inauguró ayer lo que se supone será el Complejo Industrial Bafar Norte al que asistió, para dar el visto bueno, la gobernadora María Eugenia Campos Galván (otra consentida de Duarte).

Se comprueba una vez más que política y negocios van de la mano y que eso provoca que la corrupción encuentre el mejor de los caldos de cultivo, en este caso con dos figuras de aliento que se llaman Eugenio y Eugenia, los bien nacidos según la etimología griega, a la que habría que añadir que ciertamente son nacidos para los abominables negocios de Estado y empresariales de esta índole.