Ya fracasó el documental La farsa, pero otra farsa se escenifica hoy. Jose Idelfonso Caro, exsíndico municipal de Parral por Morena, ha organizado una caravana, con autobuses de lujo, para exigir en manifestación pública y abierta la liberación de César Duarte, desde luego vestida con los ropajes de exigencia de una justicia expedita. En otras palabras, que los tribunales funcionen con rapidez y dicten sentencias definitivas.

Apelan de manera retórica que los mueve un sentido de humanidad para que con Duarte en prisión domiciliaria continúe su proceso y que eso le permita atenderse médicamente.

El líder de este movimiento debe tener información muy precisa, y sobre todo debe contar con recursos suficientes para pagar varios autobuses y darle manutención a los manifestantes que provienen de Parral y otros municipios aledaños.

Estamos en presencia de una apelación a la piedad para que Duarte salga de la circunstancia en la que se encuentra. Es lo único que faltaba.

Entregarán, si se los permiten, tanto a la gobernadora Maru Campos como a la presidenta del Tribunal Superior, Myriam Hernández, sendas cartas con la petición referida.

Dudo, al menos, que la gobernadora los reciba, y ya su secretario general de Gobierno, Santiago de la Peña, se adelantó a fijar posición, declarando que el de Duarte es un asunto judicial que se resuelve en tribunales y no con manifestaciones públicas.

Sea como sea, el asunto Duarte pasa a la calle en una exigencia a todas luces subvencionada desde el penal de Aquiles Serdán.

Pero bien miradas las cosas, eso sería lo de menos. Lo de más es que, de acuerdo a los vientos morenistas, ya se muestra que la justicia se buscará por aclamación, empezando por la elección directa de jueces y demás autoridades judiciales.

José Ildefonso Caro ha dicho que el asunto no es político, sino humanitario. Empero, la manta principal de la manifestación reclama claramente la petición de libertad para un preso político. No ha alcanzado este dirigente a dimensionar algo que está muy arraigado en las convicciones genuinamente cívicas: no es lo mismo un preso político que un político preso, y más grave aun por corrupción.

¡Carajo!