
En Teuchitlán la exigencia es la verdad y la justicia
En la tragedia del Rancho Izaguirre de Teuchitlán, Jalisco, navegar con la verdad es fundamental. Quien mienta o incurra en una defensa a ultranza del gobierno lo único que estará propiciando es que ese talón de Aquiles de la presidenta Claudia Sheinbaum y de la propia Cuatroté se incremente exponencialmente; es decir, que crezca sin medida.
Lo evidente es que hay un problema de dimensión nacional y local que no se puede tapar a punta de mañaneras, como la que vimos el pasado lunes 24 de marzo, donde la presidenta, en lugar de concederle la palabra a los periodistas independientes, se la otorgó al oficialismo por conducto del sistema MX, hoy aparato propagandístico del gobierno federal, tanto en tareas de información como de opinión.
La presidenta y su aparato de comunicación, encabezado por Jesús Ramírez, parecen brindarle a la sociedad mexicana una especie de eco informativo: el gobierno propala una versión, la lanza al aire, y el eco le contesta exactamente con lo mismo, para quedar en el mismo lugar. Pero no sólo; también se agrede al resto de la prensa y hasta se clama por “moralizarla”, lo que significa un mecanismo de pretensiones totalitarias a largo plazo. Grave.
Lo que tenemos al día de hoy, por boca del secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, es la detención de un delincuente clave en el caso del rancho Izaguirre, conocido con el mote de “Comandante Lastra”. El secretario García Harfuch informó que se trata del responsable del reclutamiento de personas mediante falsas ofertas laborales en redes sociales y que tenía a su cargo ese predio como “centro de adiestramiento” del Cartel Jalisco Nueva Generación. Según esas declaraciones, en ese rancho “llegaron a privar de la vida a personas que se resistían o intentaban escapar. Eran golpeados y sometidos a algún tipo de tortura”.
Al parecer, el talante de la presidenta se alteró por la información de su secretario, lo que resulta perturbador si consideramos que la presidenta actúa a través de ese funcionario, en cuyo caso se estaría desmintiendo a sí misma.
Pero más allá de esta consideración, que puede parecer subjetiva, se configura que en el referido rancho tenía base una organización criminal con el control extraterritorial frente al que el gobierno, en los últimos años, no reparó de manera preventiva, y eso significó secuestros, desapariciones forzadas, homicidios, extorsiones y otros delitos del catálogo penal que indiscutiblemente caen en el campo de la competencia federal y de la responsabilidad inequívoca de la que también es parte, en este caso, el gobierno de Jalisco, sin perder de vista que el cártel del que hablamos tiene una zona de influencia más vasta que abarca Nayarit, Zacatecas, Colima, al menos, además del estado tapatío.
El día de hoy, finalmente, la Fiscalía General de la República de Gertz Manero, tomó posesión del rancho y espera que el gobierno de Jalisco, a través de su fiscalía, le haga entrega de los documentos, los bienes, prendas y restos óseos que tenga en resguardo. Ha empezado así, para decirlo con un término muy mexicano, el típico “manoseo” del expediente, que dificulta aún más la búsqueda de la verdad.
Las matanzas en México, lamentablemente, no logran esclarecerse satisfactoriamente y su verdad nunca se encuentra bien delimitada para que nadie las pueda distorsionar y utilizar facciosamente. Así ha sido, por poner ejemplos, con la masacre de los copreros de Acapulco en 1967; Tlatelolco 68; 10 de Junio del 71; Aguas Blancas en 1995; Acteal en 1997; Ayotzinapa 2014; San Fernando 2010; o Salvárcar, también en 2010.
El rancho Izaguirre y todo lo que está detrás no es un tema de filología ni de semántica, como se le ha querido catalogar. Cierto que no estamos en presencia de Auschwitz, Buchenwald o Treblinka, pero reviste una imagen de horror y una evidencia de barbarie que no hay que poner en duda. Concluir con la verdad esta historia nos conviene a todos.
Escuché una opinión de que la presidenta de la república nada tiene que ver con el caso en su ejercicio como funcionaria pública, y eso es correcto; pero su comportamiento se ve marcado por defender la imagen del sexenio pasado, y ella no desearía que el recuerdo de la política de abrazos y no balazos hubiese naufragado, como lo estamos viendo ahora en Teuchitán y en varias partes de la república.
Finalmente, ya nos encontramos con la miseria de los intelectuales neoorgánicos del oficialismo: quieren tapar el sol con un dedo, como lo hicieron en sus tiempos los que negaban los crímenes de Stalin, al que veían como el padre de todos los pueblos.

