Cuando un profesor de escuela reprueba a buena parte de sus alumnos, realmente se está reprobando a sí mismo. Es lo que le sucede a Gilberto Loya, el secretario de Seguridad Pública del gobierno de Chihuahua: hace prácticamente dos años que asumió el cargo y ahora sus informes revelan que está al frente de un cuerpo policiaco corrompido, ineficiente, pero sobre todo coludido con el crimen y la delincuencia. El reprobado es él, como lo hemos cuestionado reiteradamente en esta columna, de la cual es visitante frecuente.

De sus propias palabras se desprende que ha cesado a 340 agentes de la Policía Estatal, más la suspensión de 58 elementos que están bajo investigación, aunado al futuro resultado de 300 investigaciones en proceso. Quiere esto decir que él duerme con el enemigo, lo que en sí es una crisis que sintetiza la pregunta: ¿en manos de quiénes está la seguridad pública en Chihuahua?

A esto hay que sumarle el hecho de que todos los agentes (no se dice el número) que integran el llamado Grupo de Detectives que se encuentran igualmente bajo investigación, según dijo confidencialmente a la prensa local un miembro de la Secretaría de Seguridad Pública Estatal.

Esto surgió a raíz de la detención de un agente estatal, identificado como Gustavo V. M., acusado de participar en el secuestro de un residente de Ciudad Juárez y al que, durante su arresto, le encontraron múltiples dosis de cocaína, armas, dólares y una fuerte cantidad de billetes de diferentes denominaciones en moneda nacional.

Aún así, el vocero de la Secretaría de Seguridad Pública, Jorge Armendáriz, afirmó, con un optimismo ramplón: “Queremos pensar que se trata de un hecho aislado”.

Pero no hay disculpa que valga. En todo este tiempo que tiene instalado el gobierno, no habían hecho lo que pudieron hacer durante los primeros dos meses de la administración, dejaron entonces crecer el problema y negligieron causando un daño grave a la sociedad.

Por eso la delincuencia actúa sin obstáculos en la sierra, donde las ejecuciones del tipo de las de Cerocahui, las razias disfrazadas de enfrentamientos, los incendios forestales intencionales y la escalofriante ola de homicidios por ejecución, hace que el estado figure entre los cinco más violentos de país. Ni hablar de las zonas urbanas.

Los penales, ahora a cargo de Gilberto Loya, son un polvorín y todo mundo lo sabe. A esto se agrega que pueden llegar momentos dramáticos para traslaparlos al proceso electoral, y todo esto también forma parte de la agenda olvidada del secretario de Seguridad, que días antes de su nombramiento propaló en medios que se retiraría a la vida privada y a la atención personal de su familia, revelándolo como un mentiroso contumaz.

Creen, en el gobierno de Maru Campos, que la simple perspectiva de crear una Torre Centinela en Juárez va a resolver todo; pero desde el lado de la sociedad lo que se ve es un mecanismo de engaño sexenal. Sin embargo, ya estamos percibiendo que esta crisis se presenta recurrentemente, y tarde que temprano terminará por rebasar cualquier pronóstico.

El reprobado, insisto, es Gilberto Loya.