Columna

El pequeño Moctezuma (el otro) es nada frente a Trump

Cuando en el mundo se escucha la potente voz de un imperio, las armas del derecho internacional entran en alerta y se buscan, por parte de los países coloniales, dependientes o sojuzgados, alternativas para contestar, con los mejores argumentos, a esos propósitos de dominio mundial.

Así ha sucedido desde la etapa en que se ha venido construyendo lo que hoy podríamos llamar el Estado moderno. Eso es más obvio en los países como México, que tuvieron que librar una batalla por la independencia de la corona española, empleando poderosos argumentos, fincados en la soberanía para hacer el deslinde y surgir como un Estado reconocido.

En el caso mexicano, luego de su Independencia, el asedio de una u otra forma ha sido constante. Baste recordar el intervencionismo francés en la ridícula guerra que se llamó “de los pasteles”; después, la presencia de un emperador extranjero, que la reacción y los conservadores fueron a buscar al Palacio de Miramar, que encaró la respuesta de los patriotas mexicanos, con Juárez a la cabeza, que a la postre, también en una circunstancia internacional compleja, salió adelante, refrendando en un mismo siglo dos guerras por la Independencia.

Ese intervencionismo provenía fundamentalmente de Europa, pero luego el asedio se trasladó a los Estados Unidos y su permanente pretensión de mantener una hegemonía continental. En esta suerte de hechos, México ha tenido que ir construyendo una política exterior e internacional en tiempos de crisis y asperezas difíciles de sortear, particularmente con los gobiernos más expansionistas de los Estados Unidos.

Hay, entonces, una larga experiencia que debiera ponerse al servicio de un nuevo diseño con la llegada al poder de Donald Trump, sus amenazas, su pretensión expansionista y particularmente, por lo que se ve, que no está sujeta a ningún canon de los que se han establecido para el manejo bilateral y multilateral. Pareciera que Trump encarna a un Hitler vulgar, más amenazante e igualmente más peligroso.

Con lo dicho pretendo reforzar la idea de que no basta pronunciar discursos retóricos en defensa de la soberanía, si eso no va a acompañado de una sólida política exterior basada en el derecho internacional, y en sus ingredientes más progresivos, adosada a un hábil ejercicio de la diplomacia, que también es política, y muy exigente.

Lo que ha sucedido con los pronunciamientos del presidente Petro de Colombia y las ausencias que se advierten en la política internacional a cargo de la presidenta Sheinbaum, es imperioso reconocer que una debilidad en este tema de agenda puede resultar altamente perjudicial para México.

En ese sentido, la permanencia de Esteban Moctezuma en la embajada norteamericana marca un signo ominoso que sería, ni más ni menos, que al empresario Ricardo Salinas Pliego se le está observando como un factor de Trump en la política interior de México, y eso es inadmisible.