
Maru Campos y Víctor Cruz Russek: bodas que suman poder
Esta columna había decidido no comentar absolutamente nada sobre la pareja que forman la gobernadora Maru Campos y el empresario Víctor Cruz Russek. No tan sólo eso, hasta ganas había de felicitarla sinceramente por su nueva vida y, desde luego, tomar nota de las implicaciones de un matrimonio que conjuga negocios y política, dinero y poder.
Empero, y lo pongo bajo la sospecha de sorprendido, la columna Ráfagas del oficialista periódico El Heraldo, comentó el evento matrimonial, mostrando aristas que preocupan y orillan a una deliberación pública del caso.
Como todas las columnas de este tipo de medios, muestran detalles, sugieren, pero no entran al tema de la información que entrañan las propias palabras de dicho medio. Veamos, por ejemplo: se dice que el evento fue en una propiedad del señor Cruz Russek, que fue una fiesta privada, y hasta ahí se entiende que ambas cosas son propias de algunas bodas.
En el inicio de lo conjetural se avanza y se afirma que el evento “dará de qué hablar”. En minuciosos detalles de los preparativos, en la reunión de selectos grupos de personalidades de los ambientes empresariales y políticos estaría la miga principal a analizar, porque para ello se propició un ambiente que la seguridad fue una prioridad absoluta.
Hasta se afirma que hubo un “operativo especial” para garantizar la tranquilidad de los asistentes que “disfrutaron de una velada que dejará huella”. ¿Cuáles serán estas? No se sabe, y quizás se perdieron entre la música en vivo y la alta cocina con la que se celebró el “amor de una de las parejas más influyentes del estado”.
Me pregunto hasta dónde el señor Cruz Russek meterá las manos en los asuntos del estado, hasta dónde se ha generado ya un grave conflicto de intereses. Pero eso no lo dice este espacio porque a decir de la subvencionada columna Ráfagas, la “celebración se convirtió en un termómetro del estado político actual, donde la presencia o ausencia de ciertos invitados también envía mensajes importantes en los pasillos del poder”.
Como puede observarse, el matrimonio no fue la oportunidad para una envidiable crónica de Sociales, hecha por un experto, sino un acontecimiento que fue más allá de lo afectivo, personal, para conjugar en un sólo haz de voluntades un ejercicio interesado del poder, que aquí y en todas partes se llama corrupción política. Y en ese sentido, lo que es un matrimonio de aparente naturaleza privada, se convierte en un asunto público que reclama explicaciones.
Ahora que los oligarcas me han dado la oportunidad de recordar a Honorato de Balzac, para esta columna y otras que seguirán, consultaré La fisiología del matrimonio. El francés pensó precisamente en lo privado, sin imaginar que políticos de baja estofa lo convertirían en un asunto político. Nada nuevo el tema, por cierto.

