Columna

El PAN frío de Chihuahua

El PAN en Chihuahua tuvo una época dorada –no diré de oro–, pero hoy el cobre es su metal. El cobre es buen conductor eléctrico, pero la metáfora no le acomoda. Hoy guía a muy pocos y su potencial electoral está muy disminuido al no tener ya a su enemigo complementario, el PRI, con el que co-gobierna a la entidad, y lo ha hecho como un pan frío que no gusta al electorado.

Está derruido y practica la autofagia, devorándose a sí mismo en un largo proceso en el que sobresalen dos sepultureros, los de los últimos gobiernos: el que encabezó el traidor Javier Corral, y el actual, entregado al oportunismo y a la plutocracia local.

El PAN se transformó en una agencia de colocaciones electorales. De sus viejos líderes ni quién se acuerde; hoy difuminados en la memoria están los tenaces Guillermo Prieto y Pedro César Acosta, quienes no merecen ni un recuerdo de esos que podríamos llamar “de mero compromiso”.

Hoy el panismo está capitaneado por los viejos cómplices del duartismo, del baecismo que les robó la elección en 1986, y por toda una caterva de oportunistas que antes de afiliarse o militar revisan la nómina estatal o municipal. Militar es hoy estar en la nómina  y verificarlo cada quincena. Militar es formar parte de la casta dorada en derredor de la gobernadora, como los Jáuregui, los Vázquez, los Mata, los Valenciano. En fin, no quiero omitir a ninguno, pero no quiero gastar más tinta.

La crisis personificada es Daniela Álvarez, la “jefa estatal”, que funge como la correa que la gerente local tiene en sus manos para mover los caballos de la pesada carreta.

Daniela Álvarez “preside” el Comité Directivo Estatal y dicen que es “talachera”; pero lo que hay que entender es que lo que necesitan ahí está muy lejos de esa destreza, más cuando sólo se obedece. Ya lo dijo un sabio, “no es lo mismo llevar el timón que gobernar las riendas”, sobre todo si se trata de “caballadas” y tornan la política en zoología.

En vano he buscado en la señora Daniela Álvarez algún mensaje de fondo. Le he escuchado decir: “A Chihuahua lo une el amor”. Pero, ¿dónde?, ¿con cuántos ejecutados?, ¿sin libertades sindicales? En fin. Y no es su debilidad personal, alguna luz puede tener, sino que estructuralmente el PAN de Chihuahua está colapsado, le queda muy poco.

Por eso se empieza esta columna con que los dirigentes del partido tienen la dualidad de empalmar a su tarea la de ser funcionarios y, de alguna manera, estar en la nómina.

Es la miseria de toda la derecha política, que tarde o temprano merma sus posibilidades y sólo saber mirar hacia arriba.

Todo eso sucede en una izquierda real en escena.