Columna

El factor mexicano en Estados Unidos

Con ingenio y proyección, Porfirio Muñoz Ledo dijo en una ocasión en Ciudad Juárez que llegaría el momento en que un mexicano o mexicana ocuparía la Presidencia de los Estados Unidos. Se remontó al Imperio romano y recordó que Trajano, nacido en lo que hoy es Andalucía, España, llegó a ser el gran soberano. Y es cierto. Hay un factor mexicano adentro de los Estados Unidos que puede ser importantísimo y decisivo en el futuro de las relaciones de nuestro país con la potencia norteamericana.

Otros ejemplos están a la vista. La población afroamericana es esencial; los judíos, no se diga; los ucranianos son poderosísimos, tanto como la inmigración cubana; y de los italianos para qué hablar, están instalados en todas partes.

Empezaremos por preguntarnos qué número poblacional ocupan los mexicanos en ese país. Estadísticas consultadas nos hablan de que actualmente hay 39.9 millones y que estos representan el 63 por ciento de la población latina en Estados Unidos. Hay diversas generaciones, pero de esos casi 40 millones, 12 millones son migrantes. Aquí el número nos habla de este potencial factor para contrapesar la política agresiva del gobierno Trump, y en perspectiva de soportar una relación equitativa entre dos economías asimétricas, como la mexicana y la estadounidense.

Incidir en ese factor mexicano de inicio se antoja que es posible por el gran número poblacional, por el diseño de una política identitaria abierta a la doble nacionalidad, y a una política cultural bien sustentada en la historia; en los orígenes que se remontan a la época colonial, con su matiz religioso, a las políticas antiinmigratorias, al peso económico de la inserción de estos mexicanos en mundo laboral, a la comunidad cultural que ve con simpatía la presencia mexicana, y también a los políticos que ya están diseminados en la administración pública, de mediano y alto nivel.

En todo esto tiene que ver que los Estados Unidos son por su naturaleza un país de migrantes de todo el planeta y que los mexicanos están ahí incluso desde antes de las independencias nacionales de ambos países.

En fin, habría que pensar en una política de nacionalidades que sin patrocinar la rijosidad per se, podría aligerar las cargas que un gobierno imperial que, como el de Trump, le quiere imponer a nuestro país en materia económica, de seguridad, de narcotráfico y hasta cultural, pues quiere cambiarle el nombre a un golfo que históricamente ha llevado el nombre de México y está bien distribuido en las líneas de soberanía. El gobierno federal debe tener una política cultural de fondo para granjearse las simpatía, con hechos, hacia nuestro país.

Como se ve, el factor mexicano puede ser -y ya lo es- esencial en el futuro de las relaciones bilaterales. Y todo esto más por la cultura y un sentido amplio de lo que es la nación, más que aspirar a un Trajano, como lo comentó Muñoz Ledo en plena línea fronteriza de Chihuahua.