Columna

Cuando la fuerza lo impone todo

Se ha repetido hasta el cansancio la frase de que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”, que se debe al estratega Carl von Clausewitz. Es una concepción en el que la fuerza, como poder, tiene la primera y la última palabra. Obvio que se puede discrepar de esta idea por su ineludible divorcio con los compromisos éticos o del Estado de derecho. Pero si cuando hablamos de una guerra cuando hay vencedores, claro que la fuerza se impone con todo.

A este respecto hay una anécdota que nos ayuda a entender este tema. Se ha contado de diversas maneras: aquí se intenta reproducir alguna de ellas:

Cuando los vencedores de la Segunda Guerra Mundial se reunieron en (Roosevelt, Churchill y Stalin) para dividirse el mundo, como en efecto lo hicieron, se cuenta que llegó una recomendación del Papa Pío XII, que a final de cuentas no contaba con fuerza alguna para que fuese tomada en cuenta.

Stalin, con la anuencia de los otros dos, la despachó así:

—¿Cuántas divisiones (militares) tiene el Vaticano?

La fuerza de los vencedores lo impone todo.