
Cru-z-ifican al Magazine
No pocas veces tendemos a ver la persistente censura que existe en nuestro país como algo menor, incluso hay quienes pueden sostener que no existe. Pero ahí está, haciendo su daño. No es una lesión que sólo lo realiza esta práctica ancestral, propia de eras oscurantistas o de regímenes profundamente dictatoriales, autoritarios, totalitarios, en la gran gama que puede haber para la práctica de este mecanismo que coarta la libertad de expresar el pensamiento sin cortapisas, y en nuestro país bajo la norma constitucional que regula la difusión de las ideas.
El día de ayer, a un texto de cuestionamiento a Enrique Peña Nieto, con motivo de la designación de su investigador particular, Virgilio Andrade, se le negó el homenaje de la letra impresa; por mis propios canales y redes sociales está a la vista de quien quiera leerlo. Pero el periódico de esta ciudad en la que publico le negó el espacio, seguramente porque en pleno siglo 21 siguen teniendo como dogma la intocabilidad del presidente de la república. Qué grave que se siga considerando a los lectores como unos menores de edad a los que no se les puede exponer todo aquello que trastoca la concepción de un mundo y una vida políticas que no sea la que se comparte desde el poder. Y más que eso, la zona de confort en la que se han ubicado por el drenaje de dinero público que les llega a sus arcas, y en este caso, de quienes patrocinan la impunidad y la corrupción, que no a otra cosa se refiere mi artículo La burla presidencial, cuyo link proporciono ahora: http://jaimegarciachavez.mx/?p=2490
Al abrir las páginas del magazine del periódico, constaté mi propia ausencia. No estaba, simplemente. Mi pregunta fue instantánea, y no porque defienda un texto de mi autoría: ¿por qué se le da cabida a un escrito de denostación, sin fundamento, panfletario, de encargo, lisonjero al medio, desplegado con una gran fotografía a full color de Javier Corral, en el que evidentemente sólo se satisface el desahogo de César Duarte a través de la voz del panista suspendido en sus derechos, Cruz Pérez Cuéllar? La pregunta tiene una respuesta obvia: el que algún día fuera presidente del PAN en el estado, pretende clavar su espada a Unión Ciudadana por ser un instrumento auténtico de lucha contra la corrupción, y en el caso particular de quien paga su pluma: César Duarte. Hay una vieja figura de cuando para escribir se empleaba el tintero y la pluma fuente, y dice cómo se mojaba en estiércol para rayonear cuartillas con calumnias que luego se imprimían para que circularan. Por esta práctica avanza un periodismo que ya no tiene futuro en una sociedad harta de la simulación y la mentira. Y lo digo consciente de que el medio no está publicando el desahogo duarte-crucista en la sección de Cartas o cosas por el estilo. No, lo hace inmerecidamente en primera plana –es irrisorio– y además en la que se supone reflexionan con mayor seriedad otros autores que tienen que soportar ser vecinos con lo que no desean, aunque es frecuente que no lo digan.
El motivo del ahora recién destapado “escritor” es claro: denostar a Javier Corral, al que le recomiendo ni pierda el tiempo en contestarle y por una razón más que sencilla: el texto en cuestión, si tuviera ingenio, formaría parte de la historia de la infamia, que tan bien documentó, por ejemplo, Jorge Luis Borges. Sólo así merecería que se reparara en él. Pero nada hay de eso: el argumento nulo lo mata instantáneamente y la hoja del periódico donde está escrito quizá tenga como destino que alguien la utilice para hacer cucuruchos y vender cacahuates o envolver una pastilla de jabón, para no referirme a desagradables empeños escatológicos. En realidad, tener ese fin utilitario coloca las cosas en su nivel. Sé que el denostado tiene más que suficientes tablas para rebatir y defenderse, en realidad tiene tareas más importantes que ocuparse de un detractor que traicionó la causa de la que algún día formó parte.
El problema de la censura es que el papel que se puede destinar a cosas de real importancia, se le concede a libelos más que deleznables. Así no van las cosas.

