La reforma que pretenden Javier Corral y César Augusto Peniche para su autoprotección a la hora en que caduca el quinquenio, es propia de una nomenclatura de un país totalitario o de un estado fallido. No se quieren separar de la ubre presupuestal, de los privilegios, ni de quien los cuide.

Muestran a ojos vistas que no entienden la participación en la vida política y los riesgos que la misma entrañan. Ahora que pretenden protección policiaca permanente dan a entender que sus actividades al frente de un estado son una especie de día de campo, sin reparar en la situación de rencores y odios que se expandieron con la fuerza de un hongo atómico. Orondos disfrutaron del poder y ahora tienen miedo y buscan la protección de papá gobierno, que se gasten recursos del erario para que el propio patrimonio, nada pequeño, no sufra mermas. En los tiempos de la Revolución francesa se escribió bastante sobre el significado de los privilegios y se subrayó que son una ventaja para unos cuantos y un desaliento para la inmensa mayoría.

Con qué autoridad política y moral se va a proteger a estos personajes hoy defenestrados cuando se mantiene en la inseguridad a miles y miles de hombres y mujeres en todo el territorio chihuahuense.

¿Acaso son ciudadanos de segunda que pueden estar a expensas del molino de carne en que vivimos? ¿Acaso piensan que por su estatus de poder los convierte en una casta o nomenclatura cuando otros muchos todos los días se tienen que cuidar lo mismo del crimen que de los cuerpos policiacos y militares?

Aquí lo correcto es no violentar el principio constitucional de igualdad y que todos nos rasquemos con las propias uñas y no depositar la propia seguridad en un cuerpo pagado con recursos fiscales.

Corral, hasta ahora, con su iniciativa está a la mitad del río, porque de aprobarse su iniciativa para modificar lo concerniente a la seguridad y protección de personas servidoras públicas, tendría que hacerlo a solicitud de parte y previo un análisis de riesgo. Solamente así se podría otorgarles protección y seguridad en todo tiempo, cuando son titulares y cuando dejan de serlo, como se advierte en el dictamen que salió aprobado por una comisión congresional que puja por dar satisfacción al par de funcionarios que ya tiene un pie en el estribo.

Por la corrupción y el combate a la misma no nada más ellos están expuestos a la venganzas, sino también muchos otros que saben defenderse a capela y no gritan como marranos atorados en la cerca para que los sigan manteniendo en la burbuja de protección que dan los cargos y los fondos públicos.

Lo primero que debe hacer quien asume un cargo es saber que pueden darse consecuencias duras. No se las deseo a nadie, que quede claro.