Salvo por las notas periodísticas, me enteré de la existencia –hoy truncada– de la señora Georgina Tapia Granados, recientemente sacrificada en una guerra sin fin que ni el estado ni el gobierno pueden remediar. Salvo eso, no conozco más, pero es bastante para un comentario pertinente: Georgina ya había sido agredida con inocultables finalidades de asesinarla, aun así porfió en su vida pública, en la que se desempeñaba como funcionaria en el Poder Judicial; hacía su vida normal desplazándose por las calles hasta que llegó el día, escogido por los sicarios, para segar su vida. Al igual que en otros casos, la voz de alarma inicial no movió a los del gobierno a tomar las medidas de protección.

Ahora dicen que no hizo la solicitud correspondiente.

¿Con cuántas copias se formalizan el trámite, señores Peniche y Avendaño?