Formalmente Marco Bonilla es el presidente municipal en Chihuahua, capitanea el Cabildo que, se supone, es el gobierno colectivo de la comunidad. Pero cabe preguntarse en realidad qué es, porque se le ve como un simple gerente al servicio de María Eugenia Campos Galván.

No le ha importado violentar la autonomía, decidir en la opacidad la creación del relleno sanitario (al que hay que seguirle la pista), patrocinar a El Diario de Chihuahua con páginas, todos los días, convocando a ver los juegos en los que participa México en el Mundial de Qatar, amén de sus giras que nada tienen que ver con la ciudad de Chihuahua pero que se están convirtiendo prácticamente en una actividad rutinaria.

A través de las redes sociales nos damos cuenta de que su guardarropa, destinado a fines publicitarios, es tal que puede aparecer tanto de frac como de vaquero, deportivo o informal. Y las tareas a las que debiera abocarse –pondré un par de ejemplos– no se atienden en perjuicio de la colectividad: Chihuahua es una ciudad oscura porque el alumbrado público está incompleto en calles principales; la señalización de las calles, el marcado de carriles, es prácticamente inexistente, lo que dificulta mucho la movilidad tanto de día como de noche.

Y si alguno ocupa su atención es la propia proyección personal, con afanes de poder ajenos al interés colectivo. Así son los gerentes, siempre están buscando el beneplácito de su superior para sucederlo en la escala de su propio organigrama.