Tomando como referente la ola de violencia y masacres que azotan al municipio de Chihuahua, la gobernadora lanzó un cuestionamiento puntual: “¿Qué está sucediendo con la (Policía) Municipal?”. Esto se ha leído como un descolón al alcalde Marco Bonilla, sin duda su hijo político, su hechura. Quién lo sabe, porque el arte primordial de la casa gobernante es la simulación y el cosmético.

Como quiera que sea, la pregunta revela que les han preocupado los crecientes hechos de violencia que alcanzan la calidad de masacre. No está demás, para entender bien esto, que Maru recurra al sofisma de petición de principio, dando por sentado que cuando ella estaba al frente todo estaba bien, lo que dista mucho de ser cierto. Tras esa visión, resulta inocultable que hay un reproche a los meses de gobierno del alcalde Bonilla.

Se necesita ser muy buen cirujano político para hacer las disecciones que sugiere la pregunta inicial; y sin emplear un cuchillo chuletero, encontraremos que el corte a realizar deja de lado al gobierno panista, que se extendió por un quinquenio con María Eugenia Campos, su apéndice “Manque”, y su hechura bonilla. Y a partir de ese corte, entonces decir que la idea de que todo iba bien en Chihuahua es una mentira acreditable en cifras, y que las vestiduras mediáticas iban por otro rumbo. Acostumbraban decir que era “un gobierno de resultados”.

Tan exitosa creyó Maru su gestión, que la ha trasladado al estado en su conjunto, de tal manera que lo más peligroso es que quiera que Chihuahua sea un municipio grandote, pero su circunstancia es muy diferente, por su extensión, por el papel que juegan las redes de la delincuencia, por el consumo creciente de drogas, y obligadamente por su calidad fronteriza con Estados Unidos, particularmente con Texas.

Así las cosas, resulta extraño, pero explicable, que con su pregunta Maru pretenda colocarse en un ángulo, como si no fuera parte de ese desastre, porque además es quien debe dar explicaciones, pues las preguntas, en todo caso, debieran correr a cargo de la ciudadanía.

No es de descartar que en todo esto subyace el rencor que caracteriza los hábitos de hacer política en el PAN; en este caso, que el rencor se traduzca en celos y envidias, porque desde el municipio se luce más en obra. Es natural que así sea, y eso genera la envidia de quien no quiere verse nunca por debajo de nadie. En otras palabras, el “síndrome Corral” estaría presente.

Ahora, que si lo que Maru quiere es defenestrar a su hijo político legítimo, el tiempo lo dirá, pero será muy penoso para el muy católico Bonilla, que lo apoden “El Bastardo”.