En realidad no hay nada diferente en López Obrador respecto de sus antecesores en la Presidencia de la república, a propósito de su relación con la división de poderes. Lo mismo priistas que panistas (muchos de ellos hoy convertidos al morenismo), todos le metieron manos al Poder Judicial y al Legislativo a su antojo.

Por eso resulta graciosamente indignante que ahora el de Palacio Nacional reconozca que cuando estaba el ministro Arturo Zaldívar como presidente del Poder Judicial Federal, él y su gobierno “intervenían respetuosamente” en asuntos de su interés. Como se sabe, Zaldívar, impuesto en la presidencia de la Corte por López Obrador en 2019, renunció tramposamente a su cargo hace unos meses para incorporase al equipo de la elegida del tabasqueño para su sucesión, Claudia Sheinbaum.

Quizá en Dinamarca, de donde se inspiró AMLO para construir un modelo de salud que nomás no cuaja acá en México, por declaraciones como esta ya hubiera sido, mínimo, llevado a juicio político –o alguna modalidad de ese corte– por admitir públicamente que incurrió en la ilegalidad de influir en criterios a otro poder y extralimitarse en sus facultades. En Estados Unidos ya ven cómo traen a su amigo Donald Trump, y las reacciones de este son casi las mismas cuando opina sobre el sistema de justicia del vecino país.

López Obrador, acostumbrado a soltar frases sin ton ni son, hasta se atrevió a afirmar que con Zaldívar “había más recato”, refiriéndose a la prisión domiciliaria que le otorgaron ayer a Emilio Lozoya, el exdirector de PEMEX en tiempos de Peña Nieto e involucrado en el caso de sobornos de la empresa brasileña Odebrecht. “Con Zaldívar no hubiera pasado lo de Lozoya”, afirmó el presidente.

De que el sistema judicial mexicano necesita renovarse, ni quién lo dude. Pero imponer magistraturas, meterle manos a los procesos, y todavía “intervenir respetuosamente” no hablan de que las cosas sean diferentes y muchos menos de que se pretenda transformar y erradicar los vicios, porque en realidad, son esos vicios de antaño los mismos que hoy presume AMLO en sus mañaneras, verdaderas pantallas de democracia.

Pero estamos en el país donde no ocurre nada, y mucho menos con una prensa que, como antes, está hoy al servicio del poder, falsamente de izquierda.

Así las cosas, a unos cuantos meses de la sucesión.