Durante buen tiempo de la transición democrática se exaltó el debate como un mecanismo para que los ciudadanos se enteraran de propuestas y discrepancias de los candidatos, y así vertebrar una deliberación pública.

No ha corrido con suerte este mecanismo, se le sigue teniendo miedo. Pero lo más grave de todo es qué pueden discutir los candidatos. Pondré un ejemplo local sin más pretensión que ir calentando motores para una larga serie de comentarios que producirá esta columna a lo largo del proceso electoral.

Tiene que ver con dos personajes: Marco Quesada, virtual candidato morenista a diputado federal por el Octavo Distrito de Chihuahua, con sede en la capital del estado; y Alejandro Domínguez, del PRI-PAN-PRD, también aspirante por ese distrito.

Algebraicamente son un binomio que tiene como común denominador haber sido dirigentes del PRI estatal. Marco Quesada en los tiempos del gobernador Reyes Baeza, y Alejandro Domínguez lo es actualmente, en tiempos de vacas flacas, emblematizados por “Alito” Moreno. Es probable, en la línea que vengo exponiendo, que debatan en algún momento, porque así lo decidan libremente o porque los obligue el Instituto Nacional Electoral.

Creo que poco tendrán qué discutir, y mucho menos discrepar; más bien les tocará entonar esa simpática canción que estuvo en boga hace ya varias décadas: No me platiques más, de Vicente Garrido Calderón, de la cual transcribo la siguiente estrofa:

No me platiques ya
Déjame imaginar
Que no existe el pasado
Y que nacimos, el mismo instante
En que nos conocimos

Y es que donde hubo fuego, cenizas quedan.