El encargado del poder Ejecutivo en el estado ha iniciado la creación de la Secretaría de Seguridad Pública. Cree, como gran parte de la clase gobernante, que cambiar o poner nombre nuevo a las cosas se va a cambiar la realidad. Quizá se trate de una desviación profesional propia de los oradores antiguos. No es la primera vez que existirá esta dependencia adjunta a ese poder: a su tiempo José Reyes Baeza lo intentó con resultados más que desastrosos; la historia lo registra. 

Ahora, de nuevo se intenta en la pila bautismal del Legislativo local, entreguista y obsequioso a Corral, con una salvedad que es correcto apuntar desde ahora, probablemente de manera conjetural: traer a territorio estatal a alguno de sus amigos y aduladores para que ocupe el cargo, o, tras de algún jalón de orejas tras bambalinas, le impongan a alguno más acorde en esta materia con la Cuatroté. Quién lo sabe. De cualquier manera, el cambio es previsible y motiva estos comentarios. 

En primer lugar lo infaltable: el déficit y la deuda que el gobierno local actual le quedará a deber a los chihuahuenses en materia de seguridad pública. La estancia, por un lado, de César Augusto Peniche en la Fiscalía General y la presencia inamovible de Óscar Aparicio Avendaño, por otro, no auguran ninguna nueva ruta en este tema. 

Pero hay algo más importante que quizá Corral no ha valorado y que tiene que ver con el dios Cronos: su tiempo se ha acabado, lo que no hizo en la oportunidad privilegiada que tuvo, ya no lo hará. Quizá la nomenclatura cambie, pero descreo de que eso altere una realidad en la que la delincuencia de todo tipo se ha acrecentado exponencialmente en Chihuahua, entre otras cosas por el golfismo y holgazanería a la que se entregó el gobierno actual. Nunca supo –y si lo supo, lo pasó por alto– que sólo hay una cosa que jamás se recupera: el tiempo. Su caída o declive empezó más temprano que la de su antecesor, pero insensible no corrigió a tiempo y hoy es demasiado tarde. La pila bautismal no arregla estos entuertos. 

Cuando Reyes Baeza, desde el inicio de su gobierno creó la secretaría que ahora resurge de palabra, no logró nada porque al frente de la misma puso a uno de sus compadres, que presumía la presencia de aquella CIPOL de la que ya nadie se acuerda y una fiscalía en manos de Patricia González a la que no ha alcanzado la justicia por su desempeño contrario a la vigencia de los derechos humanos. 

Corral, me parece indubitable, llega mal los daños de su gobierno y el nulo desempeño de los dos pájaros de cuenta que señalo líneas arriba, nombrados y obstinadamente sostenidos por él. El tiempo de la reparación ya no está dispuesto, a lo más va a ser una especie de control de daños para hacerse en la recta final de una imagen que será imposible lograr, porque en esto lo que se escribe con sangre, daños patrimoniales, zozobra, colusión y extraterritorialidad, es imborrable, y como luego se dice, no se trata de lograr que la delincuencia se elimine, pues es inmarcesible, aunque esta palabrería siempre se emplea con otra finalidad. Quepa aquí. 

Llega tarde también y probablemente por alguna posición del centro político del país. Resulta que por allá y por un simple deseo de homologación, ceremonial y jerarquías burocráticas, los encargados de estas materias se quieren hablar de secretario a secretario, no de secretario a encargado, y menos de secretario a fiscal o jefe policiaco, a los que se les manda marchar hacia otras puertas para que hablen de tu a tu con el que gozan de idéntico nombre. No creo que Durazo, el dolor de cabeza de AMLO, esté exento de estos devaneos. Estaríamos en presencia de un ramo de flores extemporáneo, pero ya sabemos que es sabia virtud conocer el tiempo, como dijo Renato Leduc.

Y para colmo, regañado, por si algo faltaba. Fue precisamente Durazo, por instrucción del presidente de la república, el que colocó la cereza en el pastel tildando de desobligado a Corral. Entonces, la reforma que viene se ha aceptado a regañadientes, con un silencio casi sepulcral. Cuando se tuvo la oportunidad de hablarlo de frente con López Obrador, hubo un gobernador designado y fue el de Querétaro el que habló. 

Convengo que no por muchas reuniones se van a mejorar las cosas. Incluso avanzo más allá: nuestra clase política debiera economizar tiempo y recursos celebrando videoconferencias para escudriñar este y otros temas; pero parece que se decantan más por el oropel, la parafernalia y otras lindezas de este corte que tienen que ver más que todo con lo aparente, mediático y ceremonial. Hasta pareciera que la pesada herencia de los Habsburgos nos invade hasta los huesos. 

Así suele errar el juicio de los malos gobernantes. Por lo pronto con estas líneas me despido de los lectores, regresaré el primer domingo de enero, deseándoles felices fiestas. Se las merecen.