El PRI ‘est mort’
Estamos en los días postrimeros de la campaña interna del PRI tendiente a renovar su Comité Ejecutivo Nacional. Se trata de un partido que tuvo un ciclo largo de poderío superlativo que llegó a su fin. Si hemos de creer en un apotegma del gusto de Mario Tarango Ramírez, en política no hay muertos. Empero, tengo para mí que el PRI huele a cadaverina y ese olor es cada vez más intenso.
A la crisis de credibilidad y confianza se agrega la de liderazgos, ya que no hay ninguno respetable o que pueda ser presentado en público sin que alguien le espete un reproche que siempre suele ir de más a mucho más. La argamasa que antes los cohesionaba –el poder y sus amplios recursos– ya no la tienen; y en Chihuahua, sin duda, esto es más que evidente. Aún así, como suele suceder en los corrales donde encierran a la caballada, dará patadas, siempre hacia los lados y sin destinatario preciso. Suelen estos especímenes carecer de brújula.
La “renovación” en el PRI es nota de páginas interiores en los periódicos de papel u opaco brillo en los digitales. Cada vez que los aspirantes elevan una idea, se entiende lo contrario. Si dicen sinceridad, se entiende simulación. Si dicen honradez, se entiende corrupción. Si dicen programa y fundamentos, se entiende demagogia. Si esas palabras –las primeras– antes muy pocos las creyeron, hoy están en el descrédito total en boca de los líderes que aún le quedan.
En ese ambiente adverso se puede cortar con navaja, hacen sus últimos esfuerzos y aquí los duartistas de toda especie ya juegan sus cartas, no importa decir por quién, porque no tiene trascendencia, pero basta que se vea las tribunas para que todos entiendan que son los mismos de siempre, los irreformables, los decadentes.
Como luego dicen: el PRI como partido est mort. Pero además nadie le quiere hacer su funeral y declamar los responsos que bien se merece.