La democracia se ve mejor en las pequeñas cosas. Su ausencia, también. Ayer fue el Día del Libro, y con ese motivo el gobierno del estado y sendas secretarías ligadas al ramo organizaron un evento para que luciera Javier Corral Jurado. Una pequeña cosa, pero que deja lecciones. 

Fiel a su protagonismo –todo conmigo, nada sin mí– ocupó en dos ocasiones la tribuna. No cabe duda que la cabra tira al monte. 

En la primera realizó una ordinaria semblanza del poeta argentino al que algún día Fox llamó “Borgues”. Nos dijo que Borges es un poeta fundamental, bibliotecario, ciego y destacó las notas comunes de su biografía, nada que caliente la sangre. De ahí pasó a declamar el “Poema de los Dones”, ante la mirada complaciente y la comedida y congelada sonrisa de Concepción Landa. Una digresión: pienso que los oradores no son buenas piezas para declamar, recitar o hacer lectura de poesía, como ahora bien se dice. Lo confirmé.

De ese espacio en el evento, Corral se levantó de su silla para ocupar la tribuna y espetar uno más de sus discursos. Palabras, palabras, palabras, diría el clásico. También tomó protesta al enésimo promotor de la lectura en este desierto cultural que es Chihuahua y presumió lo impresumible: que tenemos dos ferias del libro, una en la capital y otra en Juárez. Lo que no dijo es que de las dos no se hace ni un quinto de una. Hacer una feria del libro es mucho más que extender una carpa y tendejones. Y dirán algunos, “algo es algo”, y tendrán razón. Por mi parte, lo único que digo es que nunca ha habido una voluntad real y consistente en esta materia, ni de las universidades, ni mucho menos de los gobiernos, incluido el actual. 

Hoy la promoción de los libros se debe a los creadores, los tenemos y de buena consistencia, y a la terquedad de editoriales como Azar, de Rubén Mejía; o de librerías de segunda, del tipo de Cosmos e Ismos. 

En el evento que reseño no estuvo ausente la egolatría del gobernador. Dijo que cuando era chico le preguntaban porqué hablaba tan bonito y él contestaba: “porque leo libros”. Y es que siempre se ha concebido a sí mismo en una eterna infancia, que me lleva a pensar que se cree el Mozart de la política mexicana. 

Cada quien su rollo, que fueron los libros del pasado.