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Corral-Tena: vidas paralelas

Se escucha a menudo y por todas partes. La política, el poder, el gobierno y el Estado ya no son lo que fueron. Si uno lee a los que postulan la ética sin dolor, se convence en el acto; si a los que postulan el Estado mínimo –Javier Corral, por supuesto–, menos dudas quedan. En cualquier caso esa cantinela es muy del agrado de la escuela neoliberal que tantas páginas ha dedicado a ese tópico. 

Más allá de la adhesión o el rechazo de este planteamiento, cuando vemos actuar en momentos de crisis a nuestros gobernantes, confirmamos que al menos en el ámbito de las apariencias es cierto: ya no son lo que eran. Vamos a ver esto a la luz de ejemplos locales, en sucesos también acaecidos aquí en el solar, en nuestra cercanía, y el enfoque lo haré tomando en cuenta flacas biografías de eso que por un eufemismo llamaremos “los hombres del poder”. 

Chihuahua, como entidad, tiene un gobernador. Cuauhtémoc, como municipio, un alcalde. La ley les obliga, por antipático que resulte la percepción de uno en el otro, a ceñirse a los mandatos constitucionales que establecen sus obligaciones y sus facultades. No están apoltronados ahí para hacer lo que les venga en gana, tampoco para cumplir sus caprichos, y menos para desperdiciar tiempo y recursos que en principio se suponen destinados a resolver problemas de eso que se llama “el bien común”, terminajo que les viene bien a ambos por su adhesión a las tesis de la santa iglesia católica en la que comulgan.

En principio están obligados a coordinar esfuerzos, en aquellos temas de agenda que no admiten fronteras tajantes que, por tanto, no son pelotas sobre la mesa de ping-pong. Una debilidad de nuestro constitucionalismo es que cada uno de los poderes puede tomar decisiones, tratar de sacarlas adelante sin importar para nada la necesaria concurrencia de propósitos, más cuando se trata de promocionar la seguridad de la población, hoy tan mermada precisamente por ese vacío en el ejercicio del poder gubernamental y estatal. 

Hagamos un par de retratos, de menor a mayor, aunque estas características no las pueda repartir adecuadamente a sus destinatarios. Carlos Tena Nevárez es el presidente municipal de Cuauhtémoc, ente público de gran importancia en el estado y aun en la república. Se trata de una persona polivalente: hombre de negocios, ranchero, adinerado, con arrestos de líder social justiciero tipo “pafo”; ambicioso buscador de estatus político que ha pretendido desplegar asomándose por igual a todos los partidos y aun apostarle a esa cualidad que es difícil de llenar que se denomina “independiente”. Lo mismo se la ha visto buscando capitanear una liga estatal de beisbol ante un gobierno como el de César Duarte, que hacerle antesala al PAN, en especial a Javier Corral, en su ya larga carrera de parlamentario, en busca de posiciones. Hoy, en la coyuntura, faltaba más, lo cobijó MORENA, con todo y su gremio, y elevado a la cresta del tsunami lopezobradorista, trepó al cargo que tanto anhelaba. 

En realidad se trata de un “outsider”, con toda la carga negativa que abarca este adjetivo-sustantivo, particularmente la que lleva al individualismo con el que estas personalidades ubican su ego en el contexto social, prescindiendo del complejo mundo de las relaciones políticas y partidarias. Para que se entienda mejor, por contraste: López Obrador no es un “outsider”, previamente a MORENA pasó largamente por el PRI y el PRD, y sabe lo que significa pertenecer y militar en un partido político. Para Tena esto no existe; de alguna manera la historia para él empieza con él mismo, se fortalece en la “pareja presidencial” y con las ligas muy delicadas de confiarse en amañados políticos depredadores como Héctor Barraza. 

Cuando es así, lógico es que aspire en la cotidianidad a pelearse con el gobernador y con quien se deje (con la sindicatura, por ejemplo), más sintiéndose protegido bajo el supuesto paraguas del presidente de la república, y así emprender todo tipo de disparates, que hablan más de una concepción feudal del municipio que de una institución republicana tan notable. Y en el caso que me ocupa, tan vital como ha sido, en mucho aspectos, incluido el electoral, el próspero municipio de Cuauhtémoc.

Tena pudo escenificar este número, digno de un vodevil, porque en el Palacio de Gobierno no hay un consistente gobernador en el manejo de la política y el poder, que al menos inspirara respeto o miedo, como antes. Pero resulta que se trata de personalidades complementarias, no tan drástico el ejemplo como hablar del sádico y el masoquista, pero se le parecen. Corral inició, con oportunismo característico, examinando la veta de las desapariciones habidas en esa comunidad; trajo al equipo argentino en ciencias forenses y hacia afuera se lanzó el mensaje de que se le iba a poner primordial atención al tema de la delincuencia que está detrás de ese flagelo. Fue flor de un día. En lugar de rehacer su amistad y confianza con Tena, cuando se empoderó, empezó por despreciarlo, resolviendo el problema del mando único policiaco con un estilo autoritario, de señor de horca y cuchillo, como si el poder fuera lo que fue. 

Luego ambos aparecieron en el espacio público sobre un ring imaginario, disputando un mano a mano que pasó por diversos episodios en los que se aparentaron encuentros pero que en esencia eran desencuentros. Dice el refrán que dos leznas no se pueden picar. De paso hicieron fracasar –si algo intentaron– a Peniche y a Aparicio, no sin antes escenificar las truculencias de encontronazos físicos entres las fuerzas municipales y estatales. 

Mientras esto pasaba, la doliente fue, como siempre, la población. Y no nada más del municipio, sino de la región misma, porque Cuauhtémoc es cabeza de una zona agroindustrial y económica de capital importancia para la entidad. Ni esa circunstancia obligó a que los actores del género chico entendieran que no son sus personitas, por tiernas que sean, lo más importante.

Luego, como se dice en el silogismo, la delincuencia se dio tiempo para reacomodarse y seguir medrando y lacerando ante la ausencia de gobernantes. MORENA, con timidez, publica desplegados.

Ahora hay terror, muertes, duelos, daño a propiedades y bienes, víctimas inocentes y una estigmatización que Cuauhtémoc no merece. 

Dos viejos amigos se pelearon. Cuando eso pasa en una cantina y por cosas fútiles, hasta pueden trascender al buen anecdotario. Aquí, lamentablemente, se trata de dos personajes que ya han realizado bastante daño en muy poco tiempo. Y eso sin contar lo que hay en el fondo o tras bambalinas. Con decirles que son circunstancias que ni el equilibrio emocional a lo Calígula se soporta.