Hoy 22 de junio de 2018 se cumple el bicentenario del natalicio de un gigante mexicano: Ignacio Ramírez, conocido como “El Nigromante”, ejemplo de la pureza de lo mejor de los hombres de la Reforma liberal del siglo XIX. Un hombre, además, sencillo, como lo retrata esta anécdota narrada por don Samuel Máynez Puente en su obra Trastienda de la historia de la Reformay que sucedió en alguna calle de la ciudad de Chihuahua, donde un gendarme de la municipalidad lo detuvo para advertirle: “Señor, en Chihuahua no se admiten los mendigos”.

Cuenta Máynez Puente (intelectual que visitaba anualmente Chihuahua durante los sesentas en compañía del penalista Quiroz Cuarón) que después del incidente policial sucedió esto: “Ramírez, el terrible hombre que había pasado por los más altos puestos públicos y le había sido confiada la administración de justicia a su arbitrio implacable, sacó humildemente del andrajoso levitón la credencial que le acreditaba como ministro de Juárez. Como un cristo indígena, perseguido, apenas dijo: ‘tiene usted razón, soy un mendigo, pero nada pido para mí. Mendigo para mi patria’”.

Aquí, siglo y medio después, un grupo de universitarios de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chihuahua fundaron una sociedad de pensamiento llamada “Ignacio Ramírez” y a sus adherentes se les llamó “Los Nachos”. Doy noticia de que quedo en deuda con una narración de lo que pienso ahora de todo esto: la herencia liberal, la figura del mendigo y lo que fue de esa generación que lo tomó como ícono libertario. Será el modesto tributo personal para recordar el legado vivo del liberalismo mexicano. Circunstancias fuera de mi voluntad, me impidieron salir justo a tiempo y en este día memorable. Hasta pronto.