La Fundación del Empresariado Chihuahuense AC (FECHAC) llegó a los 25 años de vida. La ocasión, no podía ser de otra manera, se aprovechó para realizar una elitista reunión teniendo como marco Casa Chihuahua. Hay una página de Sociales que da cuenta de la asistencia de los líderes y hasta una fotografía donde se advierte que el cacique César Duarte les envía un mensaje, aprovechando las nuevas tecnologías que brinda ubicuidad hasta a los políticos que no se quieren ver en el pequeño espacio que ocupan.
El modelo que se propala y presume se denomina “de responsabilidad social”, frase que sirve para ocultar una filantropía que permite, a decir de un notable filósofo, una buena digestión durante la nochebuena. En realidad no está de más que cuestionemos lo que se presume bajo esas palabras con las que se le llena la boca a quienes están al frente de las empresas como adoradores de un esquema de economía de mercado profundamente injusta, como la que se vive en el país y esta región. Esa responsabilidad ni siquiera linda con los planteamientos de un John Maynard Keynes, que ubicado en el capitalismo, inspiró y puso en práctica políticas para lograr un alto nivel de bienestar social que se conoce como pleno empleo y, sobre todo, una distribución cada vez menos inequitativa del ingreso y la riqueza. No hablo de un crítico del capitalismo como Marx, no, sino de uno de los grandes pensadores favorables al sistema capitalista como ya quedó dicho.
A esta responsabilidad social la mece un liberalismo político que piensa en una mano invisible, casi providencial, y que a la postre, como hemos visto acá, resulta en una especie de pedestre darwinismo en el que siempre van a sobrevivir los más poderosos, los que amasan incansablemente riqueza y luego, para pretender dar un rostro humano, practican eso que se llama filantropía. Responsabilidad social, en esta línea, nunca significará buenos salarios, seguridad social de calidad, sistema de pensiones para garantizar calidad de vida, acceso a la educación y construcción de la responsabilidad ética de la solidaridad que jamás podrá fincarse, per se, en el vulgar éxito utilitarista de acumular y acumular riqueza. Acumulación a la que se dota precisamente de esta careta.
Además, por responsabilidad social por parte de los empresarios, está el rentismo de muchos, el entreguismo a las grandes corporaciones trasnacionales, la lucha contra los derechos para todos, y en particular todo lo que tiene que ver con la legislación laboral a partir de la estabilidad en el empleo, los derechos colectivos a la contratación, la libertad sindical desligada de los corporativismos que han sido tan bondadosos a los gobiernos del PRI y el PAN, y la contratación colectiva como piedra angular para generar equilibrio entre el capital y el trabajo. Tampoco significa una adecuada relación con la naturaleza en materia de defensa y preservación del medio ambiente. Esta filosofía es el lado chic de un pragmatismo inerte para uno de los extremos de la producción, precisamente el de los trabajadores que padecen los salarios mínimos y también los que los superan pero que tampoco alcanzan para construir una vida con dignidad.
Chela Ortiz: precandidata de malta y lúpulo
Ayer escuché a la senadora Graciela Ortiz en entrevista de una hora con los periodistas Luis Javier Valero y Georgina Torres. Es una entrevista que se va a replicar con todos los aspirantes a la candidatura a gobernador del estado. Qué bueno. A final de cuentas, son eventos mediáticos que permiten husmear en torno a la pasta de que están hechos los y las pretendientes. Pues bien, tengo para mí que Graciela Ortiz se dedicó a eso que se denomina con tres monosílabos: bla, bla, bla. Cuando la entrevista arranca y se le cuestiona sobre las consecuencias políticas del famoso Aeroshow, procedió a rasgarse las vestiduras por los muertos, los lesionados y sus familiares. Pero del aspecto político, que hubiera sido la miga, absolutamente nada. Cuando le inquieren sobre los otros aspirantes, todos tienen una excelente carrera, son finísimas personas, con méritos y entrega partidaria. Interrogada sobre la declaración de César Duarte sobre el desvío de 3 mil millones de pesos y la dispensa que él mismo hizo a Reyes Baeza, la respuesta fue que en la esfera administrativa se aclaren las cosas.
Hubo un tema nodal: ¿a qué mecanismo se adhiere la senadora para el nombramiento del candidato priísta? Entra con una narrativa de la gran valía de los ciudadanos que participan en las actividades políticas, pero se conforma con el más modesto mecanismo del candidato de unidad, significando esto decisión palaciega, dedazo, imposición, manita de puerco y todo eso en lo que los priístas son muy pero muy duchos. En el momento en que Valero da un giro sociológico a la entrevista y casi casi le dice que en un ciclo de abundantes homicidios en Chihuahua, sólo el 50 por ciento tienen conexión con el narcotráfico o el crimen organizado y el resto a otros fenómenos, como la violencia familiar, la entrevistada declara olímpicamente que no conoce a la sociedad, que da por buenos los datos que se le proporcionan en la entrevista. Y de ahí, con el soporte de una confesión de ignorancia, se entrega a la especulación.
Así las cosas, tenemos que la mala retórica no se ausente del discurso político y el bla, bla, bla está instalado en el cerebro de priístas como Graciela Ortiz, que lo único que buscan es estructurar un proyecto de poder divorciado de la sociedad y quemarle fuego, aparentemente nuevo, al PRI. Tan vulgar es esto que afuera de las cabinas de radio donde se hacen estos ejercicios y esfuerzos, la señora senadora hace su campaña con la frase “es hora de una chela”.