Columna

Violencia saca a la calle a jefes policiacos… para la foto

Varias escenas han superado la ficción en estos días aciagos en los que la violencia se ha apoderado de las calles, sean urbanas o rurales, en el estado de Chihuahua: las que protagonizan inquietamente los personajes que aparecen cada vez más en la foto y menos en la responsabilidad real de resolver la emergencia de inseguridad que se vive actualmente.

Por un lado tenemos al fiscal César Augusto Peniche “encabezando” la búsqueda en terreno abierto, al nororiente de la ciudad, de Alondra Nolasco, la niña de nueve años desparecida en septiembre y en cuyo caso se involucra al abuelastro, un hombre que, amparado, tuvo a la vista la policía y lo dejó ir. En otro escena digna de mejores causas, se ve al comisionado estatal de Seguridad Pública, Óscar Aparicio, diciendo ante las cámaras que el sólo arresto de Julio César E. M., líder del cartel que lleva su apodo, “El Tigre”, es suficiente como para que la violencia disminuya en la región de Cuauhtémoc, donde aquel y sus cómplices operaban a sangre y plomo.

Aparicio aparece, valga la cacofonía, con una indumentaria dispuesta para la ocasión, con unas condecoraciones que envidiaría el mismísimo Josef Stalin o el general McArthur, sólo que el jefe de la seguridad pública en Chihuahua no ha ganado una batalla ni a las canicas.

Y lo que más llama la atención es que a “El Tigre”, tildado de peligrosísimo, ni siquiera lo esposan y casi casi lo convidan a subir amablemente a la patrulla para su traslado. Quizá por eso se informó a la prensa que no había mediado un solo disparo durante su captura y la de algunos de sus compinches. El peligrosísimo individuo debió ser conminado amablemente a ponerse bajo arresto. Como dijo alguien por ahí, sólo faltó que le llevaran pizza para cenar.

Estrategia mediática, seguramente. El hecho es que ahora los jefes policiacos salen a la calle o se ponen sus condecoraciones para que los fotógrafos de la prensa ubiquen su mejor perfil, porque urge, ante la falta de resultados, que se note algo de preocupación sobre los hechos de sangre que no paran. Hasta ahora no hay ningún huevo que cacarear en la materia, y sin embargo lo hacen. Y esa, lamentablemente, es otra tragedia más.