Columna

La picaresca corralista

Hoy amanecí un poco cansado y con ganas de escribir un texto diferente a los habituales. Para mi reposo, echo mano de un texto de Lesage –el autor de la obra picaresca Gil Blass, de Santillana- que define la “filosofía” del gobierno corralista y expresada brillantemente por su consejero jurídico Maclovio Murillo a la hora de explicar (dónde está Peniche) el escándalo Javier Garfio Pacheco. No tiene desperdicio la cita que me salva:

“Expuse en principio el mal estado en que se encontraba el reino: las finanzas disipadas, las rentas reales en manos ajenas… Informé luego sobre las faltas cometidas por los que habían gobernado el estado bajo el último reinado y las consecuencias enojosas que podían tener. Luego pinté la monarquía en peligro y censuré tan vivamente al precedente ministro que su perdida era… una gran felicidad. En fin, después de una pintura aterradora de los males que amenazan al país, tranquilicé los espíritus logrando con arte que los pueblos concibieran bellas esperanzas para el futuro”.

Al carecer de una tradición ilustrada de la que disfrutan otros pueblos del mundo, no tenemos menos que lamentar que picaresca y pícaros crezcan en nuestro país como verdolagas en huerto de campesino pobre.

Y encima de todo esto, Corral anunciando que por amor a la nueva Vizcaya, no aspira a la monarquía sexenal apoyado por la Armada Invencible (ya sin Felipe) y cuya denominación es el Frente Ciudadano por México antiAMLO.

Es cierto, se trata de una historia que no podía ser y sólo faltó que el comunicado, antes de la firma, fuera calzado por la estrofa, nunca cantada de nuestro belicoso Himno Nacional: “…y sus ruinas existan diciendo:/ de mil héroes la patria aquí fue”. Y llegó la hora del Angelus.